Bestiario de India's
de Adriana Bustos
Entre las numerosas crónicas que se escribieron durante el siglo XVI con objeto de acercarse al “Nuevo Mundo”, el proyecto de Adriana Bustos añade una retórica particular. En sus obras, la artista viaja de acá para allá, yendo y viniendo, como una cronista, pero elude la orientación antropológica de la mirada. O más bien, habilita una visión más torpe, especulativa o imperfecta si se quiere, que actúa de manera simultánea. Lo importante para su práctica es expandir la concepción que la historia moderna asignó al saber científico. No para clausurar aquella metodología, sino para crear imágenes que amplíen el universo que configura el texto escrito y propongan narrativas transversales.
Bestiario de India’s es, formalmente, un planisferio: una serie de dibujos que fueron realizados por los cronistas del siglo XVI al llegar a América y que Bustos reconstruye generando un gran ecosistema de seres fantásticos y animales monstruosos. Este montaje es un recurso que actúa como mapa . Un gran atlas que integra tiempos y espacios dispares donde la artista agrega conceptos, imágenes y relatos que no se corresponden con el ciclo lineal que la Historia describe, sino que instaura una nueva genealogía de los hechos.
Bustos excava en la concepción histórica de la cultura que cristaliza como verdad o certeza ciertos acontecimientos del pasado. Los discursos totalizadores son atravesados por nuevas miradas que perforan aquel andamiaje: echar un vistazo a lo que a simple vista no aparece —o cuyo origen es impreciso—, considerar tiempos incongruentes y espacios distantes, hacer tambalear la arquitectura compacta del relato histórico para desentrañar enigmas e imaginar nuevos horizontes de investigación. En la obra de Bustos la imaginación se presenta como uno de los seis sentidos.
Las imágenes con figuras que transgreden los órdenes de lo natural se enhebran en un mundo alucinatorio de sueños. Esa mirada exuberante, inscrita en los bestiarios medievales, permitió ampliar el catálogo de bestias a partir de las crónicas de fauna y flora en América: la crudeza de un mundo desconocido impulsado por la fascinación pero también por el espanto y el deseo moralizante. Un gran elenco de monstruos habita en espacios flotantes donde el tiempo parece frágil, especialmente cargado de misterio, como un mundo cerrado en su propia lógica. Bestiario de India’s estructura en imagen lo que la palabra manifiesta en escritos. Es un texto de carácter visual sobre cómo acceder, figurar y fantasear con lo desconocido.
Gonzalo Lagos
Adriana Bustos nació en 1965 en Bahía Blanca, Argentina, actualmente vive en Buenos Aires. Estudió Arte y Psicología en la Universidad de Córdoba. A través de Becas del Fondo Nacional realizo clínicas con Marcia Schwartz, Mónica Girón y Fabiana Barreda; participó del Programa para Artistas Visuales del Centro Cultural Rojas, de la Fundación Antorchas y Programa Inter-campos de la Fundación Telefónica. Realizó residencias en Buenos Aires ( Basilisco y RIIA ) en Reino Unido ( Oxford y Brigthon), en Saigón y Berlín. Participó del programa LARA 1 Latin America Roaming Art en Honda, Bogotá. Dentro de sus exposiciones individuales recientes se encuentran: Vision Machine, Frieze New York, Museo del Barrio, 2020; El retorno de lo reprimido, Fundación Klemm, 2019; La Máquina de Visión, Galería Nora Fisch, 2018; Prosa del Observatorio, MUSAC (Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León), España, 2017; Quién dice qué a quién, Galería Bacelos, Madrid, 2016. Recientemente participó en Dakha Art Summit, Bangladesh, 2020; Cosmólpolis 2, Centro de Arte George Pompidou, Paris 2019. En los últimos años ha participado en la 14 Bienal de Sharjah 2019, UEA; en la Bienal de Montevideo en 2019 y 2014; Site Santa Fé, USA; XI Bienal de Estambúl, Bienal de Medellín; Bienal del Fin del Mundo, 2009; V Bienal de Mercosur, Brasil y Bienal de Rennes, Francia.
Algunas de las distinciones recibidas: primer premio Federico Klemm; primer premio Chandon, primer premio fotografía Fundación OSDE, segundo Premio Chandon, mención Chandon, mención Fundación Andreani, tercer premio Benito Roggio.
Colecciones: Museo Reina Sofía; Fundación Kadif, EE.UU; Fundación Bienal de Sharjah, EAU; Fundación Arco Madrid; Banco de la República de Colombia; Museo MALBA; Museo de Arte Moderno de Buenos Aires; Foundation Aciacity, Singapour; Fundación Federico Klemm, Fundación OSDE, Museo de Arte Contemporáneo de Lisboa, Museo de Arte Moderno de Medellín, Fundación Cassa di Rizparmio, Módena , Museo de Arte Contemporáneo de Rosario entre otras.
La Historia y sus enunciados configuran modelos de sentido que van anclando nuestro presente por su efecto de verdad, pero a pesar de ello la Historia no es un discurso totalizador. Contiene en su estructura espacios vacíos, contradicciones, quimeras, lugares de ensoñación, territorios inconscientes y alucinaciones.
Son también vacíos estratégicos en el sentido en que esos mismos vacíos abren un espacio que hace posible la identificación y la apropiación a nivel del sujeto. Los monumentos y los discursos políticos pueden ser ejemplos de su porosidad. Al mismo tiempo que fortalecen y profundizan la ideología, se basan precisamente en estos vacíos estratégicos que pueden subvertir en algún momento la ideología y la autoridad que los sostiene.
Ir en busca de estas grietas supone sacudir los patrones de conexión preexistentes, conocidos y reacomodar esa información dentro de nuevos patrones.
Toda práctica artística que tome como materia a la historia supone el trabajo de cortar, unir y diseñar. Un poco el trabajo de una costurera. Algo similar a la costumización. Una manera gráfica de historiografiar consistiría en empalmar contexto con contexto y ellos con nosotros. No se trata de un “contexto” como lugar sólido y seguro donde implantar información sino como otra manera de conectarse que abarca tiempos incongruentes y espacios distantes. Contextualizar debería admitir nuestra presencia, nuestra mirada, nuestro desconcierto y nuestra confusa comprensión de la historia.
La operación quizás provoque nuevos efectos de verdad es decir la posibilidad de pensar en múltiples historias.
Los Bestiarios de Indias y los relatos de los cronistas advenidos al mundo americano parecieran sumergirse en el mundo alucinatorio de los sueños. Hombres y mujeres, plantas y flores, piedras y paisajes se funden en enigmas que intentan ocultar y revelar los deseos, las fantasías y los terrores de la humanidad.
Desde los bestiarios medievales se ha intentado reordenar lo desconocido y darle sentido a lo inexplicable. La tradición de esta mirada exuberante se inscribe en la Edad Media y podría decirse que las crónicas de la fauna y de flora americanas suponen una ampliación de las listas de las bestias medievales; pero creo que estos bestiarios americanos tienen entidad y méritos suficientes como para no rebajarlos a puro recuerdo de otra época y de otra escritura.
Los bestiarios medievales aparecen en Europa entre el siglo XI y XII y se transforman en un especie de enciclopedia popular. Además de entretener, cumplen una función didáctico-moral. Un repertorio de animales que sirven como ejemplo para los sermones religiosos o para la construcción de una conducta moral. Podría considerarse casi un género literario si tenemos en cuenta que el término “Historia” en tiempos medievales no solo comprendía los hechos de los hombres (más parecido a una crónica) sino que además el concepto abarcaba otros grupos de conocimientos relacionados. La historia divina dedicada a Dios, la eclesiástica dedicada a la institución Iglesia y luego a la Historia Natural de plantas, animales, minerales y suelos. En este sentido el término Historia significaba mas bien “investigación y estudio” poniendo el acento en la experiencia del observador con todo su bagaje experimental, especulativo e imaginario.
Esta actitud de historiador-cronista impregnó el relevamiento americano de las nuevas bestias alucinadas.
Cabe recordar que la descripción de la fauna americana fue una tarea de exploradores, soldados, funcionarios y religiosos. La mayoría de los exploradores llegaban al continente por su “costa y misión”. Significa que solventaban ellos mismos los gastos de la expedición y contar con un cronista personal que fuera documentando sus acciones suponía la posibilidad de que luego la corona europea los recompensara por lo realizado.
Los animales alucinados de los cronistas de indias son imágenes de la fascinación y el espanto que parecen contradecir los sentidos y frenar el pensamiento. Son imágenes de la ambigüedad de lo indeterminado, de la crudeza de un Nuevo Mundo en contraposición a la civilización y también imágenes que habrán respondido a las expectativas de un Nuevo Mundo a descubrir e incorporar (la probabilidad de un Edén en la tierra corroboraría contenidos bíblicos).
Es interesante la humanización como una constante en las representaciones de monstruos, gigantes, pigmeos, sirenas y seres mixtos que nos hablan de la relación del hombre con la naturaleza y con la cultura de la época y nos invitan a reconocer su vigencia de la mirada antropocentrada, de la naturaleza, en nuestra propia cultura y en lo que creemos ser.