PIRAS. Historias de brujas

TOTEM TABÚ

29.06.19 - 13.10.19 / Sala PAyS

Curadora: Florencia Battiti

De brujas y aquelarres

La resistencia colectiva como práctica ético-política

La bruja es una figura que despierta tanto fascinación como espanto. ¿Existen? ¿Tienen poderes sobrenaturales? ¿Comen niñxs? ¿Curan enfermxs? ¿Viajan en escobas? ¿Son viejas y gruñonas? ¿Jóvenes y hermosas? ¿Pervertidas sexuales? ¿Completamente asexuadas? ¿Fracasos sociales? ¿Son malas o buenas? ¿Son herejes? Encontramos a lo largo de la historia una multiplicidad de relatos sobre las brujas, discursos sumamente heterogéneos, incluso contrapuestos y de estilos muy variados: películas de Disney, series de televisión, tratados que hacen las veces de manuales para la Inquisición, reivindicaciones feministas, grabados y pinturas, por nombrar sólo algunos. No hay un único relato sobre las brujas y acaso allí resida también algo de su potencia política, en esa insistencia de las figuraciones que piden nuevas escrituras y re-escrituras, especialmente al contener, como sostiene Donna Haraway, algún tipo de desplazamiento que pueda cuestionar certezas e identificaciones problemáticas[1]. Así, cada iteración es capaz de instaurar nuevos sentidos, dislocar los viejos, abrir posibilidades semánticas en la gramática de lo dado. ¿Qué nuevas inscripciones adquiere hoy en día –en tiempos de gobernanza neoliberal, como ha señalado Michel Foucault[2] – la figura de la bruja o, debiéramos decir, de las brujas, acaso de lxs brujxs?

Ya sea la caza de brujas del incipiente capitalismo, instrumental a la construcción de un orden patriarcal, que construye la figura de la bruja en torno a mujeres cis “salvajes, mentalmente débiles, de apetitos inestables, rebeldes, insubordinadas, incapaces de controlarse a sí mismas”[3], o todas las figuras que se originan a partir de este punto: la que busca la juventud eterna, la que pacta con el Diablo o destruye la divinidad, la que vive en una cueva apartada, la que nadie visita sin algo de miedo, lo que enlaza a todas estas brujas es que, de una manera u otra, están en los márgenes de los roles esperables y desde allí desafían algún aspecto del orden instituido.

Pero la carga negativa, el espanto, se agrieta con fascinaciones: identificaciones feministas que adoptan a las brujas como símbolo, torciendo el destino de las figuraciones instauradas. Desde el colectivo W.I.T.C.H (Women’s International Terrorist Conspiracy from Hell) de los años setenta en Estados Unidos hasta el actual canto popular “somos las nietas de todas las brujas que nunca pudieron quemar”, algunxs feministxs se reconocen en la figura de la bruja, pero no unívocamente en la “bruja buena” o la “bruja mala”, ya que lo que las transfiguraciones contemporáneas ponen en jaque es, justamente, las tablas del Bien y del Mal. Y aunque ya no creamos en la descendencia legítima, crear una ficción de linaje sin un ancestro único nos permite inscribirnos en una historia colectiva que nos antecede, produciendo lazos e identidades sociales. Acaso esta conjugación en plural (“somos las brujas…”) de lugar a lo colectivo como práctica ético-política de resistencia.

Aquelarres feministas se multiplican exponencialmente de un tiempo a esta parte. Asambleas, movilizaciones, espacios de discusión, por nombrar algunos, se dan cita, como sostiene Judith Butler, de forma plural y concertada[4]: cuerpos y subjetividades de lo más heterogéneas se encuentran, no ya para producir un Sujetx de la resistencia (único y “ontológicamente” predestinado), sino para hallar en la multiplicidad una práctica colectiva que pueda pensarse como resistencia política. Mujeres, lesbianas, travestis, trans, bisexuales, no binarixs, gordxs, indígenas, afroargentinas y negras, ocupadxs y desocupadxs, asalariadxs, trabajadorxs de la economía popular, trabajadorxs sexuales, migrantes componen una lista constitutivamente fallada y abierta (una de las virtudes del feminismo: la capacidad de revisarse y transformarse a sí mismo). Brujxs y no tanto, con o sin magia, se reúnen en el aquí y ahora, un aquelarre político sin retorno y que se produce, performativamente, en cada ocasión.

Malena Nijensohn

[1] Cfr. Donna Haraway, Testigo_Modesto@Segundo_Milenio. HombreHembra©_Conoce_Oncoratón®. Feminismo y tecnociencia. Barcelona: Editorial UOC, 2004.

[2] Cfr. Michel Foucault, Nacimiento de la biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2007.

[3] Silvia Federici, Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Buenos Aires: Tinta Limón, 2010.

[4] Cfr. Judith Butler, Cuerpos aliados y lucha política. Hacia una teoría performativa de la asamblea. Buenos Aires: Paidós, 2017.

Totem Tabú es un grupo conformado por Laura Códega, Malena Pizani y Hernán Soriano que trabaja desde el 2014 realizando investigaciones sobre temas vinculados al origen de ciertas prohibiciones. El grupo tiene como objetivo echar luz sobre aquellos conocimientos e ideologías que fueron censurados por la historia y ver cómo estas temáticas sobreviven en la actualidad.