5 PIEZAS, 2011-2018

LUIS CAMNITZER

07.09.18 - 15.10.18 / Sala PAyS

Curadora: Florencia Battiti

El arte como una forma de ver el mundo.

Para el artista y teórico uruguayo Luis Camnitzer, el arte no es una forma de expresión, sino una forma de pensar críticamente, un modo de adquirir y expandir el conocimiento, el lugar donde puede suceder lo que no puede ocurrir en otro sitio. Algo así como un territorio de libertad en el que, si se postulan problemas o cuestiones descabelladas, no importa tanto la solución concreta sino el proceso de aprendizaje por el cual se transitó. Así, con esta exposición como coartada, Camnitzer retorna al Parque de la Memoria y nos interpela a que reflexionemos en torno a ciertas preguntas: ¿Qué es la patria? ¿De qué está hecho el tiempo? ¿Qué violencias anidan sigilosas y furtivas en las convenciones sociales que regulan nuestras vidas a diario?

Cinco piezas realizadas entre 2011 y 2018 conforman un cuerpo de obra que dispara cuestionamientos relativos a la artificiosidad de las construcciones sociales, como las naciones y su simbología (los himnos y las banderas), pero también a una de las mayores entelequias humanas: el tiempo. En efecto, el modo en que la sociedad de consumo, con su frenético ritmo de producción y obsolescencia, ha mercantilizado el tiempo en todas sus dimensiones es, quizás, uno de los problemas más acuciantes que la humanidad atraviesa en la actualidad. Nada, ni siquiera el deseo, ya parece escapar a los imperativos del consumo. Y sin embargo, tanto la patria como el tiempo son construcciones y convenciones sociales, son ficciones creadas por el hombre cuyo sinsentido hoy, en la era de la revolución digital, se percibe cada vez con mayor fuerza.

Otro constructo social (otra ficción), el lenguaje, forma parte sustancial de la obra de Camnitzer desde mediados de los años sesenta, esos mismos años en los que el ideario de la modernidad comenzó a resquebrajarse. La palabra, entonces, se constituye en su trabajo no solo como representación, sino como configuración del mundo: sus obras plantean descripciones de situaciones visuales para que estas sean activadas en la mente de quien las lee. En este sentido, resulta particularmente revelador el hecho de que Camnitzer prefiera referirse a su trabajo como arte contextual en lugar de arte conceptual, una práctica que apunta a activar la energía del contexto, apropiándose de él para que forme parte de la obra.

¿Cómo cuestionar aquello que aceptamos como absoluto? Una posible vía sería considerar el arte como un instrumento para el conocimiento, una herramienta pedagógica. En sus propias palabras: Frente a la usurpación hegemónica del arte que lo limita a ser una producción de mercancías, en la periferia es necesario que el arte sea utilizado como un agente de transformación (…). Esto es en sí una posición política, independiente del contenido narrativo”. 

Uno de los absolutos del arte que Camnitzer cuestiona (y del cual desconfía) es la belleza, esa categoría estética que durante siglos se erigió como el propósito último del arte. Jane Doe, el equivalente anglosajón de los N.N., es decir, personas cuya identidad se desconoce, es un retrato digital obtenido a través del montaje de imágenes extraídas de la web, cincuenta rostros de mujeres aparecidos en reportes policiales on line, mujeres que fueron abusadas, violentadas y asesinadas. Acompañado de una narrativa textual tomada también de archivos policiales, el resultado de la superposición de imágenes es un rostro de mujer de belleza cuasi angelical. Así, cada una de las singularidades de los rostros mutilados de estas mujeres se disuelve y desaparece en el magma combinatorio de las imágenes. La belleza se presenta como un promedio de la regularidad (de la mediocridad, incluso) que diluye la singularidad del sujeto sin generar ningún conocimiento nuevo. 

Si bien el arte y los artistas no logran intervenir en la efectiva redistribución del poder en el mundo, al menos vale la pena trabajar por la redistribución de la habilidad creativa, de modo que la creación no quede circunscripta a un pequeño segmento de la población que se autodenomina artista.  En este sentido, contra un capitalismo de la creatividad en el cual el arte como profesión especializada tiene por función primordial la producción de objetos para ser insertados en el mercado, Camnitzer aboga por un socialismo de la creatividad, en el que los artistas comparten con la sociedad las metodologías que desarrollan para la creación artística. No se trata de que todos los individuos se conviertan en artistas o realicen obras de arte, sino de que la creatividad, es decir, esa singular manera de pensar y administrar las emociones, sea accesible a todas y cada una de las personas.     

Hacia este propósito ético es que apunta la obra de Luis Camnitzer, un derrotero de incuestionable coherencia que sigue apostando a desacralizar la práctica del arte para resituar su finalidad fuera de la lógica de exhibir piezas en museos y más cerca de incentivar y democratizar el uso de la creatividad y la imaginación. 

Florencia Battiti
Curadora General PDM 

Luis Camnitzer (n.1937) es un artista y escritor Uruguayo de ascendencia Alemana, quien se mudó a Nueva York en 1964. Estuvo a la vanguardia del Conceptualismo en la década de los sesenta, trabajando principalmente en las técnicas de grabado, escultura, e instalación. El trabajo de Camnitzer explora temáticas de justicia social, represión, y crítica institucional. Su uso del lenguaje como medio artístico—humorístico, cortante y a menudo de tono político—ha distinguido su práctica por más de cuatro décadas. En 1964 fundó The New York Graphic Workshop junto a Liliana Porter, artista argentina, y el venezolano Guillermo Castillo (1941–1999). El colectivo trabajó conjuntamente durante seis años explorando el significado conceptual detrás de la técnica de grabado, buscando experimentar y ampliar su definición. A finales de los ‘60 y principios de los ‘70, Camnitzer desarrolló un cuerpo de trabajo que exploró el lenguaje como medio principal, alternando entre texto impreso sobre paredes y papel, como en la obra Diccionario y la instalación Living Room (ambos 1969). Mientras que su interés por el lenguaje se acentuaba, de igual forma su intención por identificar problemas sociopolíticos a través del arte tomo forma y presencia dentro de su obra en gran parte como respuesta a la creciente ola de regímenes militares tomando posesión de América Latina durante las décadas de los sesenta y ochenta. Durante la misma época su trabajo también tornó la mirada el panorama político de su país adoptivo Estado Unidos. Durante la década de los setenta y ochenta, Camnitzer unificó lenguaje y humor a través de sus cajas-objetos, obras en los cuales colocó artículos ordinarios protegidos por un armazón de madera y vidrio, acompañados de texto impreso sobre una placa de metal. Podría decirse que estas cajasobjectos anticiparon una de las obras más importantes de Camnitzer, Uruguayan Torture Series (1983–84). Esta serie de fotograbados personifica la habilidad de Camnitzer para cuestionar el rol social y político que desempeña un individuo dentro de una sociedad, asimismo examina el alcance de la psicología humana, asociando imágenes y texto para así crear un nuevo significado. Aunque Camnitzer hizo de Nueva York su residencia permanente, su obra permanece vinculada a su tierra natal, Uruguay, y en general con América Latina. Tanto su obra como escritos lo han posicionado como voz clave dentro de los debates sobre poscolonialismo, conceptualismo y pedagogía en el arte. 

El trabajo de Luis Camnitzer ha sido presentado en instituciones de primer nivel desde los años sesenta, incluyendo muestras individuales en El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago, Chile (2013);  El Museo del Barrio, Nueva York (1995); Museo Carrillo Gil, Ciudad de México (1993); y List Visual Arts Center en M.I.T., Cambridge, MA (1991). Retrospectivas de su trabajo han sido presentadas en Lehman College Art Gallery en el Bronx, Nueva York (1991); Kunsthalle Kiel, Alemania (2003); Daros Latinamerica Collection en Zúrich, Suiza, El Museo del Barrio, Nueva York; y Museo de Arte Moderno de Medellin, Bogotá, Colombia (2010–13). 

Ha sido ganador de la beca Guggenheim (Guggenheim Fellowships) en dos ocasiones, 1961 y 1962. Un reconocido crítico y curador, Camnitzer escribe frecuentemente para revistas de arte contemporáneo. Es autor de New Art of Cuba (University of Texas Press: 1994, 2003), Conceptualism in Latin American Art: Didactics of Liberation (University of Texas Press: 2007) y Didáctica de la liberación: Arte conceptualista latinoamericano (Fundación Gilberto Álzate Avedaío, IDARTES: 2012). Así mismo, ha impartido cátedras en la State University of New York, College at Old Westbury desde 1969, y continúa adoctrinando como profesor emérito

En los medios

Cinco piezas.
Por Laura Casanovas
Revista Ñ, 03/10/18

Conferencia ''Arte y Deshonra''

AQUI MISMO Y AHORA MISMO

HORACIO ZABALA

07.09.18 - 15.10.18 / Espacio Base de Datos

Curaduría: Florencia Battiti – Cecilia Nisembaum

IDA Y VUELTA POR DOS CINTAS NEGRAS

Dos anchas cintas negras a lo largo de un pasillo enlutan y también conducen

El luto -bajo diversas formas y colores- es un ritual tan antiguo como la comunidad humana misma. A propósito de él, los antropólogos hablan de una “crisis de la presencia” que sacude a la sociedad cuando uno o más de sus miembros mueren.  El luto es un signo que esa sociedad lleva, traslada, en su actuar cotidiano. Ese movimiento es la contrapartida complementaria de la inmovilidad de la tumba, el más arcaico signo de cultura sobre la superficie de la tierra. Luto y tumba son presencias vitales que conservan el lugar de una ausencia de vida. Cuando falta una -y entre nosotros faltan miles- el ritual queda amputado: la “crisis de la presencia” no se resuelve en la producción simbólica del duelo, y en el lugar de la tumba solo queda un agujero oscuro en la memoria. Las cintas negras, sin su otra cara, permanecen, sin embargo: como si dijéramos, flotando en el aire irrespirable.

Es entonces cuando las cintas mutan su significado. Podían haber sido simple señalamiento de la ausencia, o tachadura simbólica de la crisis de presencia. Ahora son fisuras, abismos delimitados, dentro de cuya negrura están todavía al acecho los fantasmas que deberían haber quedado encerrados para siempre en la tumba. Ellas, las cintas, ya no circulan libremente en las solapas de los deudos, sino que hacen circular una deuda que no cesamos de no poder pagar. Quitadas del aire y pintadas en una pared, hacen las veces de flechas que señalan en la dirección del origen de la crisis: el luto ya no es duelo, melancolía ni nostalgia, es análisis crítico en acto.

Las flechas negras, decíamos, ya no se limitan a flotar: conducen a otro lugar. El final del pasillo se abre a un espacio en el que aquel origen, lejos de apuntar a la fatalidad natural que le espera a cada cual, se revela como la violencia producida por el poder sobre el mundo. Zabala, desde luego, privilegia esta parte del mundo, la “nuestra” -que seguirá entre comillas mientras nos siga estando secuestrada-, aunque no hay por qué pensar en una restricción geográfica: toda buena cartografía dibuja tanto fronteras como líneas de pasaje. Las fracturas entre esos espacios potencialmente continuos, justamente -no hay más que mirar el ámbito a donde nos condujo el pasillo enlutado-, son agujeros abiertos por aquella violencia del poder.

En efecto: un hacha hiende, abre una herida; un rectángulo opaco tapa; una rasgadura, una quemadura, un recorte, también una cárcel -que es un recorte en el movimiento de los cuerpos- sacan de la vista. Heridas, tapaduras, supresiones, son ausentamientos violentos que replican, sobre el territorio cartografiado, la “crisis de la presencia” social que el poder provoca en su avidez de control. Lo eliminado por él, todo eso que no permite que la tumba se cierre y que el luto sea completo, va a incorporarse -ahora lo advertimos- a las fisuras negras de las cintas por las cuales nos deslizamos hacia el recinto. El camino de vuelta, la salida desde ese espacio, ha cargado a las cintas con otro sentido, con otro destino (la lengua castellana autoriza ese anagrama ominoso). Ya podemos ver mejor qué se agita dentro de las fisuras negras.

A sus producciones Horacio Zabala las llama “anteproyectos”. Él me disculpará, supongo, que juegue con esa palabra y hable de anti-proyectos. Es que, en ellos, la premeditación termina siempre cediendo lugar a lo imprevisto. La mejor prueba es que es, si no me equivoco, la tercera vez que el artista se ve envuelto en las cintas negras. Lamentablemente, eso es muy lógico: la historia sigue prodigando lutos inacabados. Cada uno tendrá que decidir a qué responde, en cada momento, la necesidad de la repetición (esa que, como decía Kierkegaard, siempre aparece como una novedad). Que se puede llamar, en efecto, “re-creación”, “re-visión”. Mientras ella siga siendo luctuosamente inevitable, al menos, y no es poco, existen quienes son capaces de transformarla en pasión crítica.

Eduardo Grüner 

Horacio Zabala nació en Buenos Aires en 1943. Recibió una licenciatura en arquitectura en 1973, aunque ya a mediados de los años 60 se dedicaba a las otras artes visuales, como lo sigue haciendo hasta nuestros días. Zabala ha continuado desde entonces produciendo un cuerpo de trabajo que es experimentalmente arriesgado y densamente teórico en sus reflexiones, y vinculado con el arte conceptual. Exiliado en 1976, Zabala vivió durante 22 años en Italia, Austria y Suiza. Zabala ha participado en innumerables muestras grupales (los Encuentros de Pamplona de 1972; los extremos de la tierra: el arte de la tierra en 1974, el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles en 2012; Monocromos [monocromos] en el Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires, junto con Eduardo Costa y Marcelo Boullosa) y varias exposiciones individuales, como las que tuvo en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 1998, el Fondo Nacional de las Artes en 2002. Su muestra individual más reciente fue Reiteraciones en Henrique Faria Fine Arts en Nueva York en 2012. Actualmente está preparando una retrospectiva de sus trabajos en la Universidad Nacional del 3 de febrero (UNTREF), curada por Fernando Davis.

En los medios

Una poética de la insistencia y la intensidad
Por Laura Casanovas
Revista Ñ, 03/1/18

LA TEORÍA COMO ACCIÓN

OSCAR MASOTTA

09.11.18 - 24.02.2019 / Sala PAyS

Curadora invitada: Ana Longoni
– 

Resultado de años de investigación colectiva, esta exposición se centra en la trayectoria de Oscar Masotta (Buenos Aires, 1930- Barcelona, 1979), figura crucial en la modernización del campo cultural argentino entre los años cincuenta y setenta.

Este proyecto expositivo, organizado mediante diferentes núcleos temáticos, se propone recuperar su compleja trayectoria intelectual y artística, destacando su rol crucial como impulsor de la vanguardia argentina, a partir de su concepción del ejercicio teórico como un modo de acción política.

La muestra busca integrar las distintas constelaciones de lecturas y zonas de incidencia que articuló Masotta, en una exposición que reúne material documental de procedencia diversa, junto con obra artística del propio Masotta y de aquellos artistas sobre los que escribió: Roberto Jacoby, Eduardo Costa, Raúl Escari, Marta Minujín, Charlie Squirru, Dalila Puzzovio, Rubén Santantonín, Luis Wells y Alberto Greco. Asimismo, da cuenta de la vitalidad de su legado en el arte contemporáneo a partir de las producciones de Gonzalo Elvira, Dora García, Guillermina Mongan y el colectivo Un Faulduo.

Intelectual tan lúcido como voraz, sus múltiples y cambiantes intereses incluyen arte, literatura, historieta, política y psicoanálisis.  Entrecruzó paradigmas de pensamiento como el existencialismo, la fenomenología, el estructuralismo y la semiótica. Nociones como vanguardia, desmaterialización, discontinuidad y ambientación lo ayudaron a pensar las radicales transformaciones que acontecían en su tiempo. A contrapelo del clima antiintelectual que predominaba a fines de los sesenta, defendió la labor teórica como un modo específico de intervención política.

Exiliado en Barcelona desde 1975, Masotta se vinculó activamente a la escena contracultural, y propagó el estudio del psicoanálisis por el Estado español a través de cientos de grupos de estudio.

Nunca dejó de reclamarse marxista, pero lejos de cualquier ortodoxia intentó una aproximación al peronismo y a la cultura popular. Su labor como crítico literario y su rol como introductor de Jacques Lacan en el psicoanálisis de América Latina y España son conocidos, mientras sus intervenciones (no solo teóricas sino como impulsor y realizador) dentro de la vanguardia artística y el cómic empiezan a ser recuperadas recientemente. Teóricos, curadores y artistas contemporáneos hallan en él un semillero de ideas y experiencias que obligan a repensar los relatos sobre el arte de los sesenta y llevan a considerar sus incidencias actuales, sus anticipaciones y sus caminos truncos.

Esta exposición organizada por el Museo Universitario Arte Contemporáneo, MUAC, se expuso en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona y  continua su itinerancia en el Parque de la Memoria – Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado.

En los medios

Cómo medir la dimensión de Masotta
Por Julia Villaro
Revista Ñ, 10/11/18

Alrededor de la teoría como acción
Por Ana Longoni
Página 12, 13/11/18

La teoría como acción, la voz viva de Oscar Masotta a 40 años de su muerte
Por Daniel Gigena
La Nación, 13/01/19

LUCHA DE CALLES
Imágenes y Relatos a 50 años del Cordobazo

Exposición colectiva

22.03.19 - 09.06.19 / Sala PAyS

Curaduría: María Alejandra Gatti – Cecilia Nisembaum 

A 50 años de una de las revueltas populares más reivindicadas de nuestra historia, esta exposición problematiza este hecho histórico a través de las potencialidades semánticas que brindan los materiales de archivo y las posibilidades poéticas que habilita el arte contemporáneo.

¿Qué queda hoy de la potencia insurrecta de aquella revuelta que reunió a obrerxs, estudiantxs y vecinxs en un mismo reclamo? ¿Qué gestos y qué formas configuraron la rebelión ante el peso agobiante de la represión y el avasallamiento de los derechos? ¿Cómo narrar ese entramado sin perder de vista el sentido que agrega el paso del tiempo? 

Así, revisitamos un hito de la historia argentina reciente a través de la puesta en diálogo de diversos materiales documentales con obras de Fernando Allievi, Hugo Aveta, Marcelo Brodsky, Lucas Di Pascuale, Tomás Espina, Enrique Ježik, Julia Mensch y RES.

Atendiendo al rigor histórico y en un ejercicio colectivo, partimos de ciertos ejes que permiten diagramar relaciones e iluminar zonas que, de algún modo, reconfiguran aquel escenario a la vez que lo traen al presente, en una suerte de palimpsesto que aporta nuevas capas de sentido. Asimismo, esta exposición refuerza la decisión tomada por los Organismos de Derechos Humanos de iniciar la nómina del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado en el año 1969, con los nombres de las víctimas del Cordobazo y los sucesivos levantamientos populares ocurridos en el resto del país.

El Cordobazo funciona en el imaginario político argentino como un ícono de las rebeliones populares. Los acontecimientos ocurridos el 29 y 30 de mayo fueron retratados infinidad de veces por reporterxs gráficos y camarógrafxs que también oficiaron de testigos. Tanto RES como Allievi se apropian de estas imágenes no ya para certificar la realidad de los hechos sino para inaugurar con esta acción nuevas lecturas desde nuestro presente.

Frente a las imágenes violentas de barricadas y autos quemados, la historia construye una épica casi mítica en torno a la singular confluencia de la organización obrera y estudiantil. Las obras de Aveta y Espina oscilan en esta dialéctica que se mueve entre lo violento y lo heroico. Por su parte, los trabajos de Brodsky y Di Pascuale funcionan como contrapunto entre lo colectivo y lo individual. Ambas propuestas, de distintas formas, aluden al contexto internacional y local atravesado por aquella utopía política.

Ningún acontecimiento histórico queda fijado en su origen, cada vez que se lo evoca es actualizado e inscripto en un nuevo contexto. En esta clave, las obras de Mensch y Ježik toman frases de diversas procedencias, recuperando sentidos que se actualizan por fuera de su contexto original.

Situarnos frente a la épica de una sublevación popular que permanece en la memoria como un hito de resistencia y participación colectiva permite repensar críticamente nuestro presente, formular preguntas y articular reclamos que quizás puedan tomar cuerpo y fortalecerse así como un nuevo acto político.

María Alejandra Gatti – Cecilia Nisembaum
Curadoras 

Un instante de victoria

Los manifestantes ocupan el centro de la calle. La policía montada avanza contra ellos, van a la carga. Los recibe una lluvia de piedras y otros proyectiles. Entonces frenan, dan la vuelta y se retiran. Volverán, pero ha quedado filmado un instante de victoria, un golpe a Goliat. Esos segundos, en un blanco y negro sin demasiada nitidez, se convirtieron en las imágenes canónicas del Cordobazo.

Y es que la gran pueblada que inició el 29 de mayo de 1969 suele recordarse como un triunfo popular. Una fecha que puede ser reivindicada por variados grupos: distintas corrientes de la izquierda, el peronismo, sectores del radicalismo, el “progresismo” alejado de los anteriores, los sindicatos, los grupos católicos que proponen una “opción por los pobres”, y más. La multitudinaria movilización contra la dictadura del general Onganía por parte de obreros, estudiantes y otros hombres y mujeres de la ciudad de Córdoba –transformada, después del fracaso de la primera represión, en una rebelión popular que controló efímeramente el espacio urbano– generó y genera muchas simpatías.

Al Cordobazo nos podemos acercar de distintas maneras. Si analizamos la coyuntura, lo vemos como el resultado de una oposición general al ajuste económico y al autoritarismo de la “Revolución Argentina” –instaurada mediante un golpe militar en junio de 1966– y de las circunstancias propias de Córdoba. Allí el movimiento obrero era fuerte, el movimiento estudiantil especialmente activo y se había celebrado un año antes el “Primer encuentro nacional de sacerdotes para el tercer mundo”. En 1969, el descontento de los trabajadores metalúrgicos, de industria automotriz, de Luz y Fuerza y del sindicato de transporte fue en aumento por cuestiones de cada sector, y también a causa de la política nacional, propició una huelga. La confluencia de tres dirigentes sindicales dio inicio al Cordobazo: Elpidio Torres, Atilio López (peronistas) y Agustín Tosco (afiliado en la izquierda).

Al ampliar la escala geográfica, notamos que entre 1968 y 1969 tuvieron lugar el “Mayo Francés”, las sentadas contra la guerra de Vietnam en EEUU, la “Primavera de Praga” en el bloque comunista y la matanza de Tlatelolco en México. También ocurrieron manifestaciones masivas en Montevideo, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Bogotá, Londres, Madrid, Milán, Roma, Belgrado, Dakar, Melbourne, entre otras. De este modo, el Cordobazo integró una serie de importantes movimientos de protesta protagonizados por jóvenes y estudiantes, y en algunos casos también por trabajadores, que excedieron las fronteras. Y si lo que agrandamos es la escala temporal, los sucesos de Córdoba se ubican en una tradición de participación popular que desde el siglo XIX fue clave en la política argentina.

El Cordobazo tuvo consecuencias destacadas. Aunque el ejército recuperó el control de la ciudad y los principales líderes fueron encarcelados, el movimiento anunció el fracaso del proyecto de la dictadura para redefinir las reglas. Junto con otras puebladas, otros “azos” argentinos, marcó el rumbo de la resistencia popular y fue el punto de partida de una radicalización política y social de grandes proporciones.

Muy pronto se convirtió en un mito. Para quienes lo vivieron fue una referencia. Para quienes nacimos después, uno de esos momentos con aura, cuando la realidad se pone en cuestión, cuando la acción humana parece poderlo todo. Si bien no estuvo exento de tragedia –la muerte del obrero Máximo Mena por un disparo policial significó el primer mártir–, y tal vez a causa del vértigo de los hechos en los años siguientes, el Cordobazo quedó en cierta medida separado de la posterior lucha armada, de la espiral de violencia y del terrorismo de Estado. Quedó situado antes del miedo, antes de la masacre, y su estela resulta más sonriente en la memoria.

Medio siglo es mucho tiempo. Poco parece quedar en Córdoba de aquella Córdoba. Nuestra Argentina es sin dudas muy diferente a la de 1969. Este año habrá muchas conmemoraciones y de seguro esos contrastes se verán remarcados. Pero el Cordobazo no es solo un momento del pasado. Es un mito que sigue, y seguirá estando ahí, como esperanza.

Gabriel Di Meglio

Artistas

Fernando Allievi
Hugo Aveta
Marcelo Brodsky
Lucas Di Pascuale
Tomás Espina
Enrique Ježik
Julia Mensch
RES

En los medios

ENSAYOS SOBRE UN TRIBUNAL
AL PODER DE LA ECONOMÍA POLÍTICA

ALICIA HERRERO

22.03.19 - 09.06.19 / Espacio Base de Datos

Curaduría: Florencia Battiti – Cecilia Nisembaum

FUERA (DE) LA LEY

En un famoso cuento de Kafka, un campesino miserable espera durante décadas ante las puertas de la Ley a que le franqueen la entrada, para finalmente morir sin enterarse de que habían estado siempre abiertas.

La Ley del Capital funciona al revés. Nos mantiene en un encierro interior, bajo la apariencia de completa libertad (de mercado, de expresión, de ciudadanía, lo que fuere), pero jamás nos muestra la puerta de salida.

Ambas, sin embargo, se complementan. El campesino no sabe que podría, por sus propios medios, acceder a una Ley que lo libere de la explotación. Nosotros/as no sabemos que re-fundando el trabajo de la Ley podríamos encontrar la salida.

Y es que el dominio de la Ley del Capital está hecho de algo más –mucho más- que pesados portones custodiados por guardias armados (recursos extremos para cuando todo lo demás no alcanza). Está hecho, por ejemplo, de palabras, de una verdadera lengua que resuena en nuestros oídos hasta hacernos creer que es nuestra lengua “natural”, que son palabras de creación propia.

Y está hecho de rituales, de gestos, de conductas, de hábitos, de espacios, de imágenes, de objetos, de relatos míticos, de mascaradas, de actuaciones, de puestas en escena. De todo, pues, lo que conforma aquello que la antropología llama cultura. El Capital es una cultura que aparece como naturaleza: su Ley se nos antoja tan fatal como, digamos, la Ley de la gravedad. Y es verdad que es fatal: mata un poco todos los días con la mayor naturalidad.

Ensayos sobre un tribunal de Alicia Herrero sugiere otra manera de actuar la Ley. Una manera que supone modificar espacios, imágenes, gestos, hábitos, etcétera, para ponerse fuera de esta Ley; para generar otra Ley que apunte claramente hacia donde están las puertas, las salidas, la auténtica Naturaleza. 

Por ejemplo, el espacio de la tragedia (¿y qué otra cosa es la experiencia vivida bajo la Ley del Capital?), que hace lugar y cede su voz al Coro, para que pueda dar testimonio sustrayéndose a su lugar de víctima (al igual que en la antigüedad clásica, y eso sigue en la Ley del Capital, el testigo era un mártir: quien daba testimonio de su fe a costa del sacrificio de su cuerpo). 

Los pasillos de la Ley suelen ser penumbrosos, confusos, silenciosos. Aquí, atravesando un pasillo de claridad crítica, las geometrías de la Ley giran sobre sí mismas para iluminar, con su propio movimiento, la evidencia de la necesidad de un juicio a la Ley del Capital, donde el Coro sea otra clase de testigo: quien rehace la Ley con su voz colectiva y polifónica.

Allá, en el recinto, se verá que las instancias de la presentación del caso, o de las acusaciones, están encarnadas por mujeres. No debe ser un azar. Ellas están, hoy, un poco fuera de la Ley (del Capital). No son las únicas, desde ya. Todo el amplio y doloroso espacio de la exclusión, la marginación, la explotación, el dominio arbitrario, la colonización de las conciencias -es decir, casi todo el mundo- es el recinto potencial de una regeneración de la Ley.

Incluso, parece sugerir la obra de Alicia, de la generación de una nueva clase de Juez. Porque, ya se sabe: con la Ley del Capital, el juez, por definición, falla.

Eduardo Grüner

ALICIA HERRERO

Alicia Herrero (Buenos Aires, 1954). Egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Expuso de forma individual por primera vez en 1986 y desde entonces ha tenido numerosas exhibiciones tales como: Tácticas luminosas en Fundación Fortabat (Buenos Aires, 2019); Democracia en Obra en el Centro Cultural Kirchner (Buenos Aires, 2018); intervención en Fundación Proa (Buenos Aires, 2018); I BienalSur (Buenos Aires, 2017); exposición individual en Henrique Faria (Buenos Aires, 2017); It´s the Political Economy, Stupid en DAAP Galleries (Cincinnati, 2016); Galerija Nova (Zagreb, 2014); Gallery 400 (Chicago, 2013); Austrian Cultural Forum New York y Center of Contemporary Art (Thessaloniki, 2012); Adquisiciones recientes en MALBA, (Buenos Aires, 2012); exposición individual en Henrique Faria (Buenos Aires, 2012); VIII Bienal do Mercosul (Porto Alegre, 2011); exposición individual en Dispari & Dispari (Reggio Emilia, 2009); Be(com)ing Dutch en Van Abbemuseum (Eindhoven, 2008);  IV Goteborg Biennale (2007); 1ª Bienal del Fin del Mundo (Ushuaia, 2007); Relectura colección MAMBA (Buenos Aires, 2005); exposición individual MACRO, (Rosario, 2005); Alltag und Vergessen en NGBK (Berlín, 2003); Shedhalle (Zurich, 2003); Últimas Tendencias en MAMBA (Buenos Aires, 2002); intervención Museo Boijmans van Beauningen (Rotterdam, 2001); exposición individual ICI (Buenos Aires, 1998); exposición individual en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Buenos Aires, 1997); exposición individual Fundación Banco Patricios (Buenos Aires, 1997); [en tránsito] Señales Presentes en Museo del Chopo (México) y Fundación Banco Patricios (Buenos Aires, 1997/96); Violaciones domesticas en Espacio Giesso (Buenos Aires, 1994); V Bienal de La Habana (1994). Sus trabajos han sido incluidos en publicaciones tales como Art and Politics Now, Thames & Hudson; Künstlerische Projekte Zur Vermittlung, Taschenbuch; Rethinking Marxism, Taylor & Francis. Su obra integra colecciones públicas del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Castagnino+MACRO de Rosario, Centro Arte Contemporáneo Mendes en Río de Janeiro y Centro Wilfredo Lam en La Habana, entre otras. Ha dirigido el LiPac Rojas-UBA y publicó Consideraciones sobre lo Público, un Simposio en Tres Actos (2011).

En los medios

Quién sabe Alicia
Por Agustina Paz Frontera
Cohete a la Luna, 28/04/19

Ensayo sobre un tribunal, Alicia Herrero
Por Vuenos Airez
28/04/19

MAPA DE SUEÑOS LATINOAMERICANOS

MARTÍN WEBER

15.11.19 - 17.02.20 / Sala PAyS

Curadora: Florencia Battiti
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Una cartografía del soñar en América Latina

¿Cuánto de política cabe en un sueño? O en otras palabras, ¿cómo se produce el encastre entre el deseo y la política?

Si bien a primera vista la pregunta destila cierto extrañamiento, sus reverberaciones atraviesan el ensayo fotográfico de Martín Weber y revela, de manera ostensible, que lo personal siempre es político; que la presencia ⎼o la ausencia⎼ de políticas públicas abre ⎼o cierra⎼ los horizontes de posibilidad de las personas, su capacidad de soñar, de proyectar, de planear un futuro propio pero también compartido.

Uno de los varios méritos del trabajo de Weber es haber implementado una consigna simple para un proyecto complejo y de largo aliento: recorrer entre 1992 y 2013 más de 53 ciudades y pueblos a lo largo de América Latina solicitándole a diversos individuos o grupos de personas que escribieran un sueño o deseo en una pequeña pizarra y se dejaran fotografiar.  Así, cámara de placa al hombro, Martín recorrió Argentina, Cuba, México, Perú, Nicaragua, Guatemala, Brasil y Colombia tomando contacto con comunidades indígenas del nordeste brasileño, pueblos en la Selva Negra de Nicaragua y la selva lacandona en Chiapas, profesores universitarios en Cusco, familias de clase media en Buenos Aires, jóvenes estudiantes del norte de Corrientes y niños en la frontera de Tijuana, entre tantos otros.

“Llevaba la pizarra, conversaba con las personas y juntos pensábamos la puesta en escena. Uno de los usos de la pizarra es señalar que la fotografía es una construcción y no la realidad”, comenta Weber. La pizarra, con su ineludible connotación escolar, funciona así como el hilo que hilvana la narrativa de este ensayo fotográfico en el que resuenan con fuerza los contrastes y contradicciones de una América Latina repleta de asignaturas pendientes. La idea de la pizarra se le ocurrió a Martín a partir de ciertas lecturas de Bertolt Brecht, especialmente de su “efecto de distanciamiento”, que abogaba por un tipo de teatro que produjera distancia emocional en el espectador para que éste pudiera reflexionar críticamente sobre la obra. Sin embargo, la pizarra con los textos manuscritos que resumen en un pequeño espacio anhelos y aspiraciones de todo tipo, introduce también un tiempo otro en la imagen, un tiempo proyectivo, una suerte de “hacia adelante” que tensiona y, de alguna manera contradice, el “esto ha sido” inherente a la fotografía. Si Roland Barthes decía que no había futuro en la fotografía, estas pequeñas pizarras negras se tornan parlantes en la imagen, expresivas y prospectivas, arremolinando el pasado congénito de la fotografía, el presente inseparable del instante fotográfico y el futuro latente del deseo.

El “Mapa de los sueños latinoamericanos” reúne un total de 110 fotografías en blanco y negro de escenas cuidadosamente compuestas en las que, además de la articulación de lo político con lo personal, campean citas y homenajes a la historia del arte, a maestros de la fotografía como el peruano Martín Chambi pero también guiños formales y compositivos a colegas contemporáneos como RES, Eduardo Gil o Alessandra Sanguinetti. Una manifiesta voluntad narrativa, la elección del blanco y negro, la generación de empatía en el espectador y el énfasis en la condición humana son claras referencias a la Fotografía Humanista, esa rama poética del fotoperiodismo practicada por leyendas como André Kertész, Cartier Bresson o Brassai. Pero sin bien Weber inscribe su trabajo en esta corriente al mismo tiempo la cuestiona. Aquí no se trata de capturar “el instante decisivo” sino de construir esmeradas puestas en escena, conversadas, dialogadas y compartidas con el otro.

Así, la mirada de quien recorra esta cartografía del soñar en América Latina probablemente se dirija primero a la pizarra, a leer el sueño del soñador, pero una vez consumada la pulsión inmediata de leer el texto inserto en la imagen, la mirada comenzará lentamente a percibir todo lo demás que esa imagen exhala. Así, cada contexto, sea urbano o rural, interior o exterior, modesto o acomodado, se convierte en un universo de signos a descifrar, un inmenso hiato de sentido a completar que rebota, a veces armónica  y otras desarmónicamente, con el texto escrito en la pizarra.

Al observar detenida y afectuosamente las fotografías de Weber, atendiendo a su textura visual y a su profunda potencia conceptual uno no puede más que comprobar que el tan mentado discurso de la meritocracia – una sociedad en la que el éxito o el fracaso son de quienes se lo “merecen”⎼  resulta un argumento perverso (incluso un tanto idiota) que desconoce que la desigualdad de condiciones implica, en la mayoría de los casos, desigualdad de oportunidades. En este sentido, estas imágenes devuelven con la fuerza de un puñetazo un discurso otro, uno en el que los escenarios económicos y sociales estructuran la capacidad, no ya de concretar un sueño, sino incluso de poder enunciarlo.

En ocasión de la presentación de “Mapa de los sueños latinoamericanos” en el Parque de la Memoria, Weber decidió abrir algunas de las cápsulas de tiempo cifradas en sus fotografías. A tal efecto, la exposición incluye un video documental y testimonios orales en los que Martín vuelve a tomar contacto con varias de las personas que fotografió hace más de veinte años. Sin duda tanto él como sus retratadxs ya son otros, sus sueños y anhelos no pueden ser los mismos. O quizás, quien sabe, sí lo sean…

Florencia Battiti
Curadora 

Martín Weber

Martin Weber (Santiago de Chile, 1968) es artista visual, estudió en la Universidad de Buenos Aires y, entre 1992 y 1993, completó sus estudios en el International Center of Photography de Nueva York. Fue artista en residencia en IASPIS (Estocolmo, 1998), Light Work (Siracusa, 2002), CPW (Woodstock, 2004), MAC y D21 (Santiago de Chile, 2014). Entre las numerosas becas que ha recibido se destacan la otorgada por la Fundación Guggenheim (1998) y Prince Claus (2004). Asimismo le fueron otorgados premios nacionales e internacionales, entre los que sobresalen: Premio Klemm (1999), Hasselblad (1999 y nuevamente en 2001), No Strings Foundation (2005), Silver Eye Award (2008), Gran Premio Instalaciones y Medios Alternativos del Salón Nacional (2016) y Magnum Foundation (2018). Este año, el Gruppo Friulano per la Nuova Fotografía (CRAF) le otorgó el International Award in Photography. En 2011, Ediciones Larivière ha publicado Ecos del interior y, en 2018,  Mapa de sueños latinoamericanos. Actualmente se encuentra realizando su opera-prima “Mapa de sueños latinoamericanos” con el apoyo de Eficine  (México), Sørfond (Noruega),  Mecenazgo de la Ciudad de Buenos Aires, INCAA y Doc Buenos Aires. En esta ocasión por primera vez “Mapa de sueños latinoamericanos”, su ensayo más importante, es exhibido íntegramente en el Parque de la Memoria.

ASSAIG S.T. 1909-1919

Gonzalo Elvira

15.11.19 - 17.02.20 / Espacio Base de Datos

Curadora: María Alejandra Gatti

Assaig / Ensayo: entre Barcelona y Buenos Aires

“Siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo”, así comienza el célebre ensayo de Didi Huberman que plantea la pregunta sobre el sentido que imponen las imágenes en la relación entre la historia y el tiempo. Las imágenes sobreviven a las personas y ante ellas el presente no deja de reconfigurarse desplegando sentidos que actualizan el marco en el que se inscriben. Lo anacrónico es la intrusión de una época en otra, la irrupción en el sentido lineal y sucesivo de los hechos, como un modo de establecer recorridos discontinuos y heterogéneos que habilitan nuevas
lecturas.

A 100 años de la Semana Trágica de Buenos Aires presentamos en el Parque de la Memoria, “Assaig S.T. 1909-1919” de Gonzalo Elvira, artista argentino radicado en Barcelona. La exposición reúne un conjunto de obras que entrecruzan, en un ejercicio anacrónico, los sucesos acontecidos en las “semanas trágicas” que tuvieron lugar en Barcelona (1909) y en Buenos Aires (1919), y traen al presente (2019) la posibilidad de reflexionar sobre las crisis de representación política, social y económica que atraviesan estos 100 años de historia.

Entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909 se desarrollaron los acontecimientos que se conocen como la Semana Trágica de Barcelona. Tras un decreto del gobierno de Antonio Maura para enviar tropas de reserva a las colonias españolas en Marruecos, se sucedieron una serie de protestas contra la guerra y contra el envío de reservistas, quienes en su mayoría pertenecían a la clase obrera. Intensificadas las protestas, los sindicatos convocaron una huelga general que seguida de disturbios y una insurrección popular, tuvo como resultado una feroz represión por parte del gobierno de Maura, quien declaró estado de guerra y envió al ejército a las calles dejando como resultado miles de presxs, heridxs y asesinadxs.

En la semana del 7 al 14 de enero de 1919 transcurrió en Buenos Aires, la también denominada Semana Trágica. Tras una prolongada huelga en reclamo por una mejora en las condiciones laborales en los Talleres Vasena, y luego del asesinato de un obrero a mano de los grupos rompehuelgas, miles de trabajadorxs metalúrgicos declararon la huelga general. Durante esa semana, la policía, el ejército y grupos parapoliciales ultra nacionalistas persiguieron, encarcelaron y torturaron a huelguistas y vecinxs manifestantes. Pese a la distancia geográfica y temporal, ambas experiencias fueron una forma de respuesta organizada en rechazo a un sistema que históricamente impone condiciones desiguales, siempre desfavorables para la clase trabajadora.

A partir de un acervo de imágenes documentales, registro de multitudes en las calles, barricadas, enfrentamientos, postales de calles y esquinas de ambas ciudades, Gonzalo Elvira interviene el sentido material de las imágenes en un ejercicio que disloca la lógica del archivo: la fotografía en este caso opera como medio que convierte al dibujo y la pintura en materia de registro, y las pinturas al óleo están exhibidas en vitrinas a modo de documentos. En otra operación que articula el plano material y conceptual, una serie de retratos perforados con martillo y alfileres reponen el sentido ideológico que va por detrás del recorrido histórico. Una técnica que en sí misma condensa uno de los emblemas de unión de lxs trabajadorxs, la punción como metáfora del disparo y la violencia y, tal vez, la crisis de un sistema que por fuera de su tiempo repite un patrón: el rechazo a la legitimidad de las políticas liberales y neoliberales instaladas en cada contexto.

Elvira presenta un ensayo en el que la imagen nos permite pensar en lo atemporal de su estatuto, en la capacidad de establecer sentidos por fuera de su tiempo y, sobre todo, en la posibilidad de universalizar la incapacidad de un sistema que a lo largo de la historia replica las mismas lógicas.

María Alejandra Gatti
Curadora 

SOBRE LA TRAZABILIDAD DE UN PASADO PRESENTE, O CÓMO CALIBRAR LA HISTORIA

1. La ficción

Calibrar un rastro que podría ser meramente biográfico. Los lugares que uno habita. Allí donde transcurre eso que llamamos cotidianeidad y allí donde se manifiesta el espacio del afecto. O tal vez ambas cosas. Una historia que transita por las dos ciudades en las que, a su vez, transcurre la vida del protagonista. Buenos Aires y Barcelona.

No podemos obviar que hablamos de nosotros mismos, pero tal vez no haya nada más alejado de nuestra voluntad que hacerlo.

2. La huella

Dos historias aparentemente inconexas pero llenas de nudos, una red que se trama entre personajes que se vinculan a uno y otro lugar. Dos hechos separados en el tiempo, en dos lugares lejanos del mundo. Reclamos y subversiones que se entretejen. La historia se redobla, se pliega y nos deja ver los intersticios, deja entrever y formula las otras luces que aparecen tras los grandes relatos.

Dos espacios de revuelta, un margen de diez años y muchos nudos comunes que cuentan distintas historias, pero que fueron.

3. La doblez

Imágenes pormenorizadas, pacientemente ejecutadas, a partir de fotografías de lo real. Otras realidades surgidas del gesto esmerado de la mano, de la mueca de la memoria, de la pulsión entre lo que se dice que sucedió, lo que sucedió o lo que pudo haber sucedido. ¿Y si en realidad cualquier revuelta se tejiera de las demás?

El dibujo tomado de la fotografía, del documento y reproducido fielmente en su conjunto, pero elaborado a través de pequeñas líneas o incisiones que nos recuerdan las múltiples historias de cada uno de los trazos.


Hace ya algún tiempo que Gonzalo Elvira comenzó una serie sobre la Semana Trágica de Barcelona (1909) y la Semana Trágica de Buenos Aires (1919). Un trabajo de reescrituras que plantea cuestiones en torno al proyecto de la modernidad: sus lugares, acontecimientos, ideas o figuras centrales. Una tarea que pormenoriza narrativas y que utiliza el dibujo como un gesto político en sí mismo, que se convierte en un proceso de borrado de la imagen real para recrear una réplica fiel que, por su propia esencia, falsea la imagen de la que parte. En estas obras la Historia se desmiembra, como lo hace el dibujo en pequeños trazos, y deja aflorar las microhistorias que se enlazan configurando otros relatos.  ¿No sería un camino posible seguir los trazos de la canción? Quizás lo que se nos propone aquí es un cancionero, una colección de gestos que no sólo pretenden tender historias, también perforar nuestra mirada. Dejemos que la ficción, la huella y el doblez actúen. Y que cada uno escriba su posible coda.

Teresa Grandas

Gonzalo Elvira

Gonzalo Elvira (Patagonia, Argentina, 1971). Realizó sus estudios en la Escuela de Artes Visuales Antonio Berni en Buenos Aires. Trabaja habitualmente en proyectos de investigación históricos-sociales de larga duración y, en los últimos cinco años, ha realizado diversas exposiciones individuales y colectivas en España, Italia, Argentina, Andorra, Colombia y Brasil donde exhibió sus proyectos en distintos espacios institucionales y privados, museos, galerías, ferias y centros de investigación. Entre las exposiciones individuales podemos destacar “Bauhaus 1919, modelo para armar” (2019) en Galería Siboney de Santander; “12 canciones concretas”, proyecto en colaboración con el músico Grösso en Rodriguez Gallery de Poznan, Polonia (2018) y en el Centro de Arte de Alcobendas, Madrid (2017). Ese mismo año presentó el proyecto “155. La balada de Simón” en La Virreina, Barcelona y “Lo Imborrable”, una intervención en el puente de Deusto en Bilbao. Han escrito sobre su trabajo Javier Díaz Guardiola, Anna María Guasch, Bea Espejo, Luis Francisco Pérez, Rosa Gutiérrez Herranz, Blanca de la Torre, Óscar Alonso Molina, Osvaldo Bayer, Jaume Vidal, y José Luis Corazón, entre otros. Desde 2007, se desempeña como docente en Obradoor (Taller-Laboratorio de Arte). En 2013 fundó GR junto a Rafa Castañer, un proyecto pedagógico de arte dedicado a los niños. Desde el año 2000 a la actualidad vive y trabaja en Barcelona.