DESTIERRO

ANISH KAPOOR

27.05.17 - 27.08.17 / Sala PAyS

Curador invitado: Marcello Dantas
 
DESTIERRO
 
Hay varias palabras en inglés cuya traducción nos remite a la palabra tierra en español; estas incluyen Earth, ground, land, homeland, territory y soil; sin embargo, no existe una única palabra anglosajona que, aún guardando relación con el territorio, sea capaz de transmitir el significado de destierro, es decir, el ser expulsado de la propia tierra por
razones políticas.
Este proyecto se inició hace aproximadamente cuatro años con el fin de interpretar artísticamente el lugar que lleva a cuestas las memorias y las heridas de los años más dramáticos de la historia argentina reciente. El nombre «Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado» refiere a la desmedida relación de fuerzas entre el individuo y la
opresión ejercida sobre él por el Estado. El punto de partida del proyecto fue una obra de Anish Kapoor, Anxiety (Ansiedad), que se presentó por única vez en la Lisson Gallery en Londres. Esta obra no se parece a ninguna otra de Kapoor: es una instalación sonora que opera sobre la presencia física y la percepción. Se trata de una sala vacía equipada con un dispositivo de infrasonido que, a pesar de no percibirse auditivamente, provoca una sensación de ansiedad semejante, quizás, a la que deben de haber experimentado cuando fueron desaparecidos o asesinados aquellos que son recordados en el Monumento. Este fue el punto de inflexión del concepto para esta exhibición. Es una obra invisible que produce en el público una sensación que conecta con la memoria colectiva de la pérdida, la partida, la invisibilidad y la desaparición. En un principio, articulé esta obra potente con otras realizadas por Anish en torno al umbral de la visibilidad; obras que generan sensaciones, pero cuya manifestación concreta o visible es mínima o inexistente.
Pero, para ser Anish Kapoor, hay que ser un artista que interpela al público, desafía a los curadores y sacude las instituciones, por lo general, en dirección del territorio de lo desconocido. Esto es lo que hacen los verdaderos artistas. Así, Anish me propuso una nueva obra maravillosamente interesante. Esta pieza pone nuevamente en evidencia la desaparición y el destierro, pero va más allá, al transformarlos en experiencia. Destierro, o en una traducción libre al inglés, Unearth, puede considerarse una lectura de uno de los mayores dramas de nuestros tiempos a escala global. Personas que han perdido su tierra, gente desterrada, exiliada, despojada o perseguida, construyen la narrativa del movimiento de los inmigrantes de principios del siglo xxi, el resultado de territorios violentados y devastados por la guerra en muchas partes del mundo. Otra posible expresión de esta problemática es nuestra pérdida de la noción de Nación. Un nuevo capítulo en esta larga historia: ya no es más el Estado el que te oprime, este simplemente se ha desvanecido en la oscuridad. 
 
Por otra parte, la palabra «desentierro» también se vincula a este concepto, como la revelación de la evidencia que hemos elegido esconder u olvidar. Como si fuera posible vivir en una tierra de sangre sin el inconveniente de toparse con los restos. 
 
Esta exhibición tuvo su propio nacimiento, entonces, en el marco de los tiempos urgentes que vivimos. Las fronteras reales del mundo de hoy ya no son las que separan las naciones, como les gustaría hacernos creer a algunos líderes, sino las que separan a aquellos que poseen al menos un pedazo de tierra donde pararse de los que no tienen ni siquiera eso. Este es el recorte de una nueva geografía política. Y así esta nueva obra se convirtió en la pieza central de la exhibición, un proyecto nuevo, todavía sin título, que toma cientos de toneladas de tierra y las esparce dentro de los límites del espacio disponible en la Sala PAyS. Esta enorme cantidad de tierra, extrañamente teñida de rojo, fue aparentemente desplazada hasta allí por un pequeño tractor pintado de azul monocromo. El espacio que habitualmente se encontraba disponible para los visitantes está ahora ocupado por esta nueva materia roja, que no puede pisarse. La condición misma del espectador frente a la obra forma parte de la experiencia: el desplazamiento de la tierra genera el desplazamiento de las personas. Asimismo, el hecho de que la tierra esté teñida de rojo crea un vínculo con algunas obras tempranas de Anish Kapoor que involucran pigmentos. Sin embargo, el mismo procedimiento de pintar esta tierra de rojo genera un testimonio material de cierta violencia. La tierra es la última evidencia de la vida y la muerte. La tierra es el elemento que conecta el pasado con el presente y representa la permanencia, el poder, la riqueza y la cultura. La tierra retiene la memoria de lo que pasó antes y también anuncia futuras posibilidades. De la tierra viene la vida y hacia ella nos llevará la muerte. No hay destino sin tierra y, sin embargo, poseer un poco de tierra se ha convertido en un privilegio cada día más inalcanzable. Las migraciones son búsquedas de tierra. 
 
En español, la palabra «terrorismo» comparte el significante con «tierra», «terremoto» y «terreno». El terrorismo ha servido de excusa para justificar mucha injusticia y violencia política en el mundo y, de alguna u otra manera, se ha tildado de terrorismo a la gran mayoría de los fuertes movimientos políticos de oposición. Al emplear esta palabra, el Estado se arroga el derecho a limitar libertades individuales y con ello, por supuesto, acrecienta su poder. El  fenómeno del terrorismo de Estado en la Argentina no ha sido la excepción a esta dinámica. De manera similar, la crisis de inmigración que se vive actualmente fue creada y sigue sosteniéndose como una respuesta al «terrorismo». Esta excusa no refleja ninguna preferencia por ideologías de derecha o de izquierda, el norte o el sur; simplemente, es implementada para justificar la violencia y el abuso de poder. Como se sostiene en la obra de Jenny Holzer: Abuse of Power Comes As No Surprise [El abuso de poder nunca llega por sorpresa].
Otro componente importante de esta exhibición es el silencio. En la cultura japonesa existe un concepto llamado Ah – Un no Kokyu, que se puede simplificar como comunicación por medio del silencio. En Japón, la manera en la cual una persona se comunica a través del silencio evalúa su densidad. Así, las ondas infrasónicas son imperceptibles para el oído humano; son ondas poderosas cuya presencia se puede constatar, aunque no sean perceptibles. En un lugar subterráneo adyacente a la sala central, hemos instalado una pieza que tiene poco que ver con la mirada o el oído. En cambio, utiliza un equipo sofisticado que produce un fuerte pero inaudible sonido. Fue necesario ubicar la obra en ese lugar ya que el sonido que produce puede resultar insoportable para cualquiera que se exponga a él por más de diez minutos. En cierta manera, es justamente esa clase de vacío lo que ocupa la sala entera. Anxiety es una obra que trata sobre ese umbral. Aunque fuera del alcance de nuestros oídos, nuestra piel y nuestras vísceras la sienten. Hay algo extrañamente presente en esa sala, algo a lo cual no podemos ponerle nombre, pero cuya presencia tampoco podemos negar. Jamás se sintió el silencio tan fuertemente. Genera incomodidad y altos niveles de ansiedad. Trae al presente uno de los miedos primordiales del hombre, el que se activa cuando está a punto de convertirse en una presa.
En términos más recientes, revive la sensación dramática que anticipaba, por ejemplo, la llegada de un grupo de tareas justo antes del secuestro. Tal como probablemente les sucedió a muchos de aquellos cuyos nombres se encuentran inscriptos en el Monumento del Parque de la Memoria.
La experiencia de esta exposición constituye un rito de conexión de la memoria y la percepción, lo que se ve y lo invisible, la evidencia y la ausencia, lo que sabemos y lo que nunca sabremos.
 
Marcello Dantas
Curador
 

Anish Kapoor es considerado uno de los artistas contemporáneos más importantes de la escena internacional. Tal vez sea más conocido por sus esculturas en espacios públicos, que son tanto aventuras formales como hazañas de la ingeniería, pero en sus múltiples series de trabajo maneja escalas y formatos muy diferentes. Enormes pieles de PVC, estiradas o desinadas; espejos cóncavos o convexos cuyos reejos atraen y engullen al espectador; huecos tallados en piedra y pigmentados hasta desaparecer: estos vacíos y protuberancias evocan profundas polaridades metafísicas de presencia y ausencia, ocultación y revelación. En sus obras las formas parecen plegarse desde adentro hacia afuera, como una matriz, y los materiales no se pintan, sino que se impregnan de color, como negando la idea de una supercie externa e invitando al espectador a los connes de la imaginación. Las obras geométricas de Kapoor de principios de los años ochenta, por ejemplo, se levantan del suelo y parecen estar hechas de pigmento puro, en tanto que las viscosas esculturas de cera de color rojo sangre de los últimos diez años, cinéticas y autogeneradoras, arrasan con sus propias superficies y hacen estallar la tranquilidad del entorno de la galería. Resuenan las mitologías del mundo antiguo –indio, egipcio, griego y romano– y de los tiempos modernos, en los que proyectan su sombra los acontecimientos del siglo XX.Nació en Bombay, India, en 1954 y vive y trabaja en Londres. Estudió en el Hornsey College of Art (1973–1977) y realizó sus estudios de posgrado en la Chelsea School of Art, Londres (1977–1978). Sus principales exposiciones individuales recientes comprenden: Museo d’Arte Contemporanea di Roma.Cabe destacar la dimensión que implica realizar en un espacio de memoria público y gratuito la primera exposición de uno de los artistas más relevantes de la escena del arte contemporáneo mundial. Esta exposición producida por el Parque de la Memoria y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, en conjunto con el estudio Kapoor en Londres; cuenta con el acompañamiento del British Council, la Embajada del Reino Unido y el Banco Ciudad.El Parque de la Memoria destaca la generocidad de Anish Kapoor, su estudio para el desarrollo de este site-specic y su compromiso con un espacio de memoria y derechos humanos.

En los medios

Una mezcla de acción e imaginación
Por Mariana Lerner
Página 12, 20/06/17

LA DESAPARICIÓN

JUAN CARLOS ROMERO

27.05.17 - 27.08.17 / Espacio Base de Datos

Curadora: Cecilia Nisembaum

Que la palabra adquiera valor de imagen, sin que se anule (al contrario, subrayando) su plena “semanticidad”…
Que ese ¿cómo llamarlo? grafograma tal vez, es algo distinto a un ideogramacomo los de las lenguas orientales, pero consigue por otra vía, al igual que ellas, articular el principio mismo del montaje, que Eisenstein definía así: Imagen + Concepto…
Que como-quiera-que-se-llame aparezca inscripto en negro sobre papel afiche amarillo…

Que las palabras hayan sido cortadas de tal manera que: a) el espectador –al que Juan Carlos siempre le pedía co-autoría- tenga que restaurar (o directamente producir) el sentido completo; y b) las letras no inscriptas no sean 
mera ausencia, sino omisión determinada, generando un vacío por donde se derrama lo real de la Des / Exclus / Margin, de tal manera que ese vacío nos asalta, como si dijéramos, o nos rodea… 

Que los vacíos plenos de sentido reconstruido estén (pre) destinados a interrumpir el flujo normal del tránsito distraído o alienado de la Ciudad Ausente, obligándola a concentrarse en aprender de nuevo lo que ya creía saber (creo recordar haberle escuchado, alguna vez, la expresión piquete artístico)…

Que, que, que… podríamos seguir, para abundar en la idea de que nada de todo eso, tratándose de Juan Carlos, sería –puesto nuevamente en acto, como aquí- una innovación, aunque sí, estrictamente hablando, una auténtica novedad, o sea una diferencia.

Quiero decir: una política consistente y consecuente para la acción recíproca entre “arte” y “realidad” (dos términos que renuncio a definir) es la que, sin abandonar recursos reconocibles en un nombre-de-autor (JCR, para el caso), hace que cada vez esos recursos vuelvan a interrumpir el flujo in-diferente de lo real de un modo tal que el re-conocimiento no sea un simple efecto de repetición automática, sino una nueva cicatriz, imposible de cerrar del todo, con su “vacío” en el propio centro, marcada en la superficie de este momento, sumándose a los otros (tantos) momentos de esa “pesadilla de la que no podemos despertar” que es la Historia, la nuestra, no única, pero nuestra. Juan Carlos sabía muy bien que el arte, aún saliendo a la calle a molestar, no puede por sí mismo transformar radicalmente a las sociedades: eso lo harán las sociedades, o no se hará; continuará la pesadilla. Su estrategia era más bien diseñar “su” arte de forma que el decurso de la sociedad lo modificara a él. Por eso para él los recursos que mencionábamos eran movibles, con el
objetivo de que siempre se pudiera generar un nuevo “vacío”, para indicarnos que a la realidad todavía le falta algo.

En lenguaje cotidiano, eso –lo que puede hacer el arte, lo que sin descanso quiso hacer Juan Carlos- se dice “Meter el dedo en el enchufe”, o quizá “Poner el dedo en la llaga”: para despertar un sacudón eléctrico, para revolver la herida, para que no nos durmamos ante la indicación (ese apuntar con el dedo) de que si el arte no puede cambiarlo todo, sin embargo debe abrir más la herida, debe aumentar la descarga de voltios (y entiéndase: ese “deber” no es una obligación: es una deuda).

Imposible, para mí, no acordarme de otra muestra-acción “instalada”, hace algunos años, por Juan Carlos, junto a Marcelo Lo Pinto: “Terror”, se llamaba. En ella uno se paseaba entre las grandes letras corpóreas, dispuestas en el
espacio con solo aparente arbitrio, y dependiendo del recorrido se podían reescribir, como anagramas truncos, distintas palabras: “Error” / “Rote” / “Tero”, y así. Pero, finalmente, cubiertos los vacíos con las letras cada vez faltantes, el  sentido completo siempre daba “Terror”. Es decir, daba terror. Esta vez, uno no camina entre las letras, pero ellas bailan sobre su fondo amarillo, o se agrupan –por “ausencia determinada”, digamos- en la gran “D”, esa que, por más  esfuerzo que hiciéramos, nunca podríamos negar. 

Juan Carlos no solo “intervenía” –por ejemplo, la calle- con su arte. Nos demandaba que, a través de su arte, nos interviniéramos a nosotros mismos. Eso me autoriza, para ir terminando, a hacer lo indebido, es decir la auto-cita:
“Sacar a la calle el arte (si se llama así: a él le importa, justamente, la acción antes que el nombre) es saltar por encima de las rayas que dibujan los dispositivos de las disciplinas que se llevan inadvertidamente inscriptas en el cuerpo: entre la alegría y la seriedad, entre el arte y la calle, todo se vuelve un territorio borroso y blando, pero donde se pisa firme. Él lo hace parecer todo muy fácil, pero –aunque el clima es lúdico- sabemos que no es solo un juego: hay unos umbrales que se corrieron de lugar, unos paredones que se movieron, y la Ciudad acusa recibo con el ceño fruncido y una indecisa perplejidad”.

Es así. Él sabía lo que (nos) hacía. Va a ser difícil saber qué hacer con su propia “ausencia determinada”. Pero se lo debemos.

Eduardo Grüner

LIQUIDACIÓN X CIERRE

GAC (GRUPO DE ARTE CALLEJERO)

27.10.17 - 10.02.18 / Sala PAyS

Curaduría: Florencia Battiti – Cecilia Nisembaum

Cuando en 1999 el Grupo de Arte Callejero (gac) ganó el Concurso Internacional de Esculturas del Parque de la Memoria, aquello que la crítica concebía como «arte político» era muy diferente a lo que el grupo hacía. El gac como colectivo de artistas se había conformado dos años antes, en 1997, impulsado por el reclamo de los docentes que ayunaban en la Carpa Blanca frente al Congreso. Desde entonces, el espacio público es el ámbito en el que sus acciones se llevan a cabo, acciones que siempre tienen como disparador la irrefrenable necesidad de salir a la calle: para visibilizar la impunidad (los escraches, por ejemplo, en el contexto de vigencia de las «leyes del perdón») o para apoyar la resistencia de alguna minoría frente al abuso de poder.

Así, con solo dos años de funcionamiento como colectivo de arte y activismo, el GAC se convertía en el ganador más joven de un concurso que premió sus Carteles de la Memoria, la instalación que puede verse hoy a lo largo de la franja costera del Parque de la Memoria. Para varios de los que estuvimos involucrados en la producción de esta obra,
la propuesta resultaba sin duda potente y eficaz pero, al mismo tiempo, trasuntaba un cierto exceso pedagógico, una subrayada intención didáctica. Camuflados tras los códigos de señalización vial, proponen un recorrido secuencial por la historia argentina reciente pero, a diferencia de las señales viales que confían su poder comunicacional en la imagen, la mayoría de los carteles del gac se encuentran acompañados por textos que, a modo de anclaje, privilegian un sentido sobre todos los que la imagen podría desencadenar. ¿Acaso el arte no se expresa a través de metáforas, alusiones y ficciones poéticas? El GAC, sin embargo, se mostraba más preocupado por la claridad de su mensaje
que por la elaboración de formas para figurar el mundo. «Lo único que le pido al arte», decía León Ferrari en 1965, «es que me ayude a decir lo que pienso con la mayor claridad posible (…). Es posible que alguien me demuestre que esto no es arte; no tendría ningún problema, no cambiaría de camino, me limitaría a cambiarle el nombre: tacharía arte y
lo llamaría política, crítica corrosiva, cualquier cosa…»1. Así problematizaba Ferrari los complejos y dinámicos vínculos entre el arte y la política en virtud de la necesidad de replantear los significados de las obras y la eficacia con la que esos significados eran transmitidos al público.

Como vemos, hacia fines de los años ’90, las prácticas artístico-políticas del GAC no solo podían ser leídas como herederas de una genealogía que se remonta a la vanguardia de los años ’60, sino que, además, carecían de los prejuicios y la solemnidad que cultivaban algunos artistas políticamente comprometidos. En honor a la verdad, también carecían de los reparos que algunos de nosotros aún guardábamos en relación con las formas en que el arte podía o debía abordar problemáticas como las del terrorismo de Estado. Es que, visto retrospectivamente, ya por entonces el gac se había desmarcado completamente del «arte político» (y quizás, también, del arte a secas, por más que participara en un concurso de esculturas para el espacio público) para construir, en cambio, una identidad visual singular pero compartida, acuñada al calor de los acontecimientos políticos y sociales, una poética que redefine en cada instancia los vínculos entre el arte y la política y que fomenta la reapropiación de sus estrategias por parte de otros grupos con intereses afines.

Hoy, al verlas trabajar, discutir, pero sobre todo proyectar, resulta inevitable pensar que, quizás, hay algo de verdad en la bella letra del tango Volver y que entonces veinte años no sean nada para estas jóvenes mujeres artistas, activistas, docentes y militantes que sostienen un compromiso (sí, un compromiso consigo mismas y con el grupo por tantos
años) imposible de concebir sin los fuertes lazos y vasos comunicantes que se asientan en la amistad en tanto sistema de producción, en tanto modalidad de trabajo y de vida que se opone por el vértice a la lógica del intercambio económico y que implica, a cada paso, la indispensable negociación de singularidades en pos de los intereses y objetivos colectivos. Porque resulta por demás evidente que su concepción de la creatividad difiere enormemente de la que se cultiva en el mundo del arte. Así hacen las chicas del GAC, entre complicidades, deseo, fiesta y activismo callejero, ideando sus propios recursos, forjando sus propias estrategias, articulando su hacer con otros, sin detenerse demasiado a pensar si lo que hacen es arte, política, militancia, activismo, pedagogía o la irreverente combinación (o más bien combustión) de todo ello.

Florencia Battiti
Curadora PDM 

El GAC se formó en 1997, cuando algunas de nosotras éramos estudiantes de Bellas Artes, y decidimos agruparnos para trabajar y producir por fuera de los espacios tradicionales del arte, motivadas por la lucha docente de la Carpa Blanca. Al año siguiente, comenzamos a participar en los escraches de la agrupación h.i.j.o.s y, en 1999, nuestra obra Carteles de la Memoria fue seleccionada para ser emplazada en el Parque de la Memoria. Dos grandes líneas temáticas
atraviesan principalmente nuestras intervenciones: por un lado, la denuncia de los crímenes de lesa humanidad
cometidos por la última dictadura cívico-militar y la genealogía del genocidio en Argentina y, por otro, la lucha contra las políticas neoliberales. Por lo general, nuestros lenguajes se basan en la tergiversación de los códigos urbanos, considerando los aspectos locales y territoriales en su dimensión física, social y subjetiva. Nuestro trabajo retoma saberes populares y es de carácter anónimo, generado siempre a partir de procesos colaborativos. Como colectivo, nos
reconocemos como parte de una genealogía de prácticas artístico-políticas que tuvieron lugar en varios países de
Latinoamérica en el marco de la lucha contra el imperialismo y las dictaduras en los ‘60, ‘70 y ‘80; pero también, como parte de un movimiento que llega hasta el presente y se proyecta en las futuras resistencias. Hemos participado en
exposiciones y actos institucionales en varios países, entre los cuales cabe mencionar: la 50° Bienal de Venecia
(2003); Ex Argentina, Museo Ludwig, Colonia, Alemania (2004); Cartografías Disidentes, seacex (2008-2009); festejos
del Bicentenario, Buenos Aires (mayo 2010); Panteón de los Héroes, Fundación Osde, Buenos Aires (2011); Nuevas Realidades Video-Políticas, ciudades de España y América Latina (2012-2013); Cartografías Poéticas de la Memoria, Centro Cultural Haroldo Conti, Buenos Aires (2012); Disobedient Objects, Victoria&Albert Museum, Londres (2014); Resistance Performed, Migros Museum, Zurich, Suiza (2016). En 2009 publicamos el libro Pensamientos, prácticas
y acciones del gac, Ed. Tinta Limón.

EL FUTURO DE LA MEMORIA

BRODSKY - ETCÉTERA - GOLDER - SPERATTI

17.03.18 - 27.05.18 / Sala PAyS

Curadora: Florencia Battiti

¿Qué recordamos como individuos y como sociedad? ¿Qué olvidamos? ¿Cómo recordaremos en el futuro? ¿Es acaso la memoria un registro inalterable del pasado o más bien un laberinto cambiante y dinámico? El futuro de la memoria se propone abrir un espacio para pensar esta y otras cuestiones a través de diversos lenguajes artísticos, en una exposición compuesta por instalaciones, arte sonoro, video, fotografías y acciones performáticas.

Reunidos por el Goethe-Institut, los cinco artistas exponen relatos, documentos y ficciones que surgen de la intención común de hurgar, errar, intervenir, dialogar e imaginar el futuro de la memoria a partir de la interpelación de nuestro pasado y su relación con el presente.

La exhibición El futuro de la memoria es la expresión local de un proyecto regional homónimo que desde el año pasado se desarrolla, a través de distintas acciones y lenguajes artísticos, en Buenos Aires, San Pablo, Río de Janeiro, Lima, Montevideo, Santiago de Chile y Bogotá. En un debate trasnacional y transdisciplinario, todas las acciones del proyecto buscan pensar cuestiones urgentes en torno a la memoria de las dictaduras, los conflictos armados y la violencia acontecidos durante las últimas décadas en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Uruguay.

Un proyecto del Parque de la Memoria y el Goethe-Institut Buenos Aires, con el apoyo del Museo Sitio de Memoria Esma – Ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio. 

MARCELO BRODSKY
Los archivos del CELS
Los archivos que contienen imágenes, información y textos originales son testigos privilegiados de la historia. Su contenido narra lo que ha sucedido como material de primera mano, son testigo y son prueba, son elementos para la
investigación y para la reflexión. El trabajo visual de Brodsky se ha venido centrando los últimos años en la creación de narrativas basadas en material de archivo combinado con mis propias imágenes. En este caso, un tratamiento
visual del archivo de una de las principales organizaciones de Derechos Humanos de Argentina, el Centro de Estudios Legales y Sociales.

GRUPO ETCÉTERA
Museo del Neoextractivismo
El “neoextractivismo” es un modelo de desarrollo económico adoptado por algunos gobiernos de América del Sur a principios del siglo XXI. Su historia se remonta al llamado extractivismo convencional, un modo de acumulación que comenzó hace más de 500 años después de la conquista y colonización europea de territorios americanos, africanos y asiáticos. Fue así como comenzó a organizarse en todo el mundo el sistema económico capitalista. El extractivismo ha sido (y sigue siendo) el mecanismo colonial (y neocolonial) basado en el saqueo y la apropiación por excelencia. Al igual que el modelo anterior, orienta la economía hacia actividades de explotación extrema de la naturaleza con el fin de obtener recursos primarios sin procesar (materias primas) que luego se exportan a Europa y a las industrias de Asia y América del Norte. La explotación neoextractiva no se limita a los minerales o el petróleo, también están incluidas actividades como la agricultura, la pesca e, incluso, el llamado extractivismo cognitivo. El MUSEO DEL NEOEXTRACTIVISMO (MNE) es un proyecto nómade que adopta diversos formatos expositivos según el espacio, institución y contexto al que se desplaza. Surgió a partir de una investigación llevada a cabo por el Colectivo
Etcétera acerca del modelo neoextractivista y susconsecuencias para el medio ambiente, la salud social y los derechos humanos. El montaje en la sala PAyS del Parque de la Memoria se basa en el prototipo de una de las posibles salas
de este museo e incluye instalaciones, obras site specific, fotografías, videos, objetos y mapas, entre otros elementos. Durante la duración de la exhibición, en el museo también se presentarán algunas perfomances e intervenciones en
los alrededores del Parque de la Memoria.

GABRIELA GOLDER
Cartas
A partir de la Colección Cartas de la Dictadura de la Biblioteca Nacional, un grupo de niños, de entre 8 y 12 años lee cartas, cartas escritas desde diversas cárceles del país, el exilio o la clandestinidad durante los años de la última
dictadura militar (1976 – 1983), pero también de los años precedentes. Las hay de chicos y para chicos, a padres, de padres, de abuelos, de tíos. Cartas en la que se relata el modo de vida en la cárcel y en el exilio, que cuentan  allanamientos, secuestros y fusilamientos. Al mismo tiempo, sobre el cotidiano de la vida bajo la dictadura, adentro y afuera, sobre los modos en los que se sostenían las vínculos afectivos, los modos de hacer, de contar.sobre el amor,
el miedo, el dolor, la muerte, el exilio, los hijos, sobre las estrategias de la supervivencia. La historia es a la vez temporal y personal, pública y comunitaria. Persiste a través del proceso interpretativo del oyente y a través de cada nuevo relato. Las lecturas funcionan tanto como reconstrucciones de un pasado que como reflexiones sobre la relación entre pasado y presente. 

MARIANO SPERATTI
Habeas sonus – La memoria auditiva
“Que tengas el sonido”, “sonido presente”. Restitución de la memoria a partir delsonido. Una posible banda sonora de la memoria, retransmitida al futuro. En el juego de imaginar un futuro donde han cesado las imágenes, son los niños lo que refundan un territorio cargado de señales que no conocen pero buscan interpelar, y donde son ellos quienes administran la memoria. Donde a la pulsión de olvido contraponen una compulsión de memoria, ejercicio de resistencia y herencia que hasta ahora ha demostrado ser la más poderosa arma cargada de futuro.

NADA SUCEDE A MENOS QUE PRIMERO SEA UN SUEÑO

20 AÑOS DEL PARQUE DE LA MEMORIA

17.03.18 - 27.05.18 / Espacio Base de Datos

Curaduría: Institucional Parque de la Memoria

“Los nombres permanecerán en la piedra de este Monumento cuando ninguno de nosotros sea recordado, están en la memoria colectiva y ya no saldrán de ese lugar”. Esta frase fue parte del discurso con el que los organismos de Derechos Humanos inauguraron el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado el día 7 de noviembre de 2007. Habían pasado diez años desde la presentación, ante la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, del proyecto de ley para la creación del Parque de la Memoria. Así, cuando se pronunciaba este discurso, los derechos humanos comenzaban a establecerse como política de Estado en la Argentina. Poco tiempo antes se reabrían las causas por delitos de lesa humanidad, y para ese entonces, ya se habían dictado las primeras sentencias. Se estaba avanzando en la recuperación de los ex Centros Clandestinos de Detención y el presidente de la Nación, el Jefe de Gobierno de la Ciudad, y los Organismos de Derechos Humanos inauguraban el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado a orillas del Rio de la Plata.

Pero hacia fines de la década de los años noventa el contexto político y social era muy distinto. Las leyes de Obediencia Debida, Punto Final y los Indultos continuaban vigentes y el Estado no realizaba acciones para reparar los crímenes que había cometido. La creación del Parque de la Memoria y del Monumento fue, entonces, uno de los primeros pasos hacia ese cambio de paradigma. El Estado comenzaba a construir políticas públicas de Memoria, Verdad y Justicia.

A 20 AÑOS DE LA CREACIÓN DEL PARQUE DE LA MEMORIA

Esta exposición recorre parte del extenso trabajo de estos veinte años de historia e intenta mostrar el modo en que el Parque de la Memoria impulsó la construcción de la memoria colectiva a través del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, la confección de una Base de Datos de consulta pública y de la implementación de programas artísticos y educativos que vinculan el pasado con el presente.

La línea de tiempo en imágenes presenta algunos momentos más significativos de la construcción del Parque, el Monumento, las esculturas, el programa de exposiciones de artes visuales y las actividades educativas y, por otra parte, el video documental recopila imágenes de los inicios del proyecto.

Asimismo presentamos la versión completa del discurso pronunciado por los organismos de Derechos Humanos el día que el Monumento quedó inaugurado; un texto que sin duda recupera la voz de quienes, a lo largo de veinte años, trabajaron para que este sueño se tornara realidad.

"TIREN PAPELITOS"
Mundial '78 Entre la fiesta y el horror

Exposición colectiva

15.06.18 - 20.08.18 / Sala PAyS

Curaduría: Institucional Parque de la Memoria

PAPELES QUE VUELAN EN EL TIEMPO

14 de junio de 1978. Graciela Palacio de Lois y Angela “Lita” Paolín de Boitano se encuentran sobre Avenida del Libertador. Apuran el paso y llegan hasta el estadio Monumental. Tienen las entradas y unos papeles escondidos en el cuerpo. Pasan el control y finalmente entran. Ya están en una de las subsedes del Mundial ’78. Es la primera vez que Lita, que integra Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas desde que secuestraron a su hijo Miguel Ángel – y luego a su hija Adriana –, pisa una cancha. Graciela ya había estado viendo partidos de River. Suben las escaleras, se sientan en las gradas, se agachan para poner algunas obleas que denuncian que en la Argentina se desaparece, se mata y se tortura. Apuran el paso, van a los baños. En los de mujeres, dejan panfletos. En el de hombres, Graciela no puede entrar y arroja los volantes por sobre la puerta. Tienen miedo, pero saben que todo el mundo tiene los ojos enfocados en Argentina. Es el momento para denunciar, y para tirar papelitos.

Los papeles que reparten Graciela y Lita vuelan en el tiempo y llegan hasta nosotros cuarenta años después. ¿Quiénes somos nosotros? Un grupo de periodistas e investigadores – que desde NAN, Memoria Abierta y el Parque de la Memoria – nos propusimos hacer una investigación recuperando el carácter complejo del Mundial ’78, la Copa del Mundo que la dictadura soñó y planificó para barrer sus crímenes bajo la alfombra. Pero hubo muchos papelitos que surcaron los aires para denunciar lo que aquí sucedía. Hubo otros que, como Clemente pedía, fueron tirados al aire para celebrar por fuera de los márgenes que el poder imponía.

Durante los 25 días que duró el Mundial ’78, se registraron múltiples comportamientos sociales. Hubo consenso, aprobación, apoyo, pero, también, hubo resistencia, desobediencia, gambetas para encontrar libertades. Hubo pánico y alegría. La fiesta y el horror. Esa multiplicidad de conductas es la que nos propusimos retratar en la investigación. Como se hace cada vez que se buscan historias para contar, acudimos a otros investigadores – quienes generosamente compartieron consejos y trabajos con nosotros; conversamos con integrantes de organismos de derechos humanos para rescatar sus acciones de denuncia durante esa época; hablamos con periodistas – algunos complacientes con el poder militar – y otros que hicieron su trabajo con la dignidad que se les demanda. Recorrimos publicaciones de la época. Fuimos a archivos nacionales y consultamos otros de manera remota para buscar iniciativas contra el Mundial fuera del país. Entrevistamos a futbolistas, a referentes de organismos de derechos humanos, artistas, y excavamos en los recuerdos de todos aquellos que nos escucharon hablar del Mundial ’78.

Los fenómenos complejos, en general, abren más preguntas que las que contestan. Con ese resultado, como investigadores, quedamos conformes. Si al recorrer la muestra algo se sacude en nosotros, si las pasiones populares y los símbolos nacionales nos duelen junto a los pedidos de ayuda de las Madres en la Plaza de Mayo, habremos podido asir algo de ese fenómeno tan difícil y apasionante. Y ya saben: ¡Tiren papelitos, muchachos!

Luciana Bertoia 

La realización de la exposición “Tiren papelitos”: el Mundial ‘78 entre la fiesta y el horror constituyó una nueva experiencia para nosotros, puesto que había que relatar, transmitir o describir esa paradoja, esas contradicciones, esa confusa experiencia prácticamente corporal, creada y armada por un Estado genocida. El resultado muestra este logro.

Como cada vez que organizamos una actividad, son muchas las personas e instituciones a las que debemos agradecer. Por una parte, celebramos la iniciativa de Memoria Abierta de convocarnos a trabajar en conjunto, la confianza en que nuestros equipos podían resolver este desafío sobre la base de un trabajo riguroso, profesional y, sobre todo, creativo, con el objetivo de transmitir un hecho político y cultural almacenado en la memoria de más de una generación de argentinos.

Por otra parte, esta exhibición no hubiera sido posible sin el acompañamiento del Colectivo de Periodistas NAN y de los fotógrafos, investigadores e historiadores que se fueron sumando a este proyecto. También realizaron aportes el Archivo Nacional de la Memoria, clubes de fútbol, jugadores, artistas y muchas personas que de manera desinteresada brindaron sus testimonios personales sobre los hechos vividos.

Quiero agradecer también a la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Ciudad de Buenos Aires por el apoyo permanente ante cada propuesta.

Como siempre, en nombre propio y en el del Consejo de Gestión del Parque de la Memoria, quiero expresar el orgullo por nuestros equipos de trabajo, que cotidianamente aseguran el futuro de este espacio de memoria y homenaje.

Porque no queremos escuchar nunca más “Los argentinos somos derechos y humanos” y porque no queremos nunca más una Argentina como aquella, se inaugura en el Parque de la Memoria “Tiren papelitos”: el Mundial ‘78 entre la fiesta y el horror, que permitirá reflexionar sobre uno de los momentos clave de nuestro pasado reciente.

Nora Hochbaum

Artistas

Adriana Bustos
Diana Dowek
Rosana Fuertes
Martín Kohan
José Luis Landet
Marcos López
Mariana Tellería
Carlos Trilnick

En los medios

5 PIEZAS, 2011-2018

LUIS CAMNITZER

07.09.18 - 15.10.18 / Sala PAyS

Curadora: Florencia Battiti

El arte como una forma de ver el mundo.

Para el artista y teórico uruguayo Luis Camnitzer, el arte no es una forma de expresión, sino una forma de pensar críticamente, un modo de adquirir y expandir el conocimiento, el lugar donde puede suceder lo que no puede ocurrir en otro sitio. Algo así como un territorio de libertad en el que, si se postulan problemas o cuestiones descabelladas, no importa tanto la solución concreta sino el proceso de aprendizaje por el cual se transitó. Así, con esta exposición como coartada, Camnitzer retorna al Parque de la Memoria y nos interpela a que reflexionemos en torno a ciertas preguntas: ¿Qué es la patria? ¿De qué está hecho el tiempo? ¿Qué violencias anidan sigilosas y furtivas en las convenciones sociales que regulan nuestras vidas a diario?

Cinco piezas realizadas entre 2011 y 2018 conforman un cuerpo de obra que dispara cuestionamientos relativos a la artificiosidad de las construcciones sociales, como las naciones y su simbología (los himnos y las banderas), pero también a una de las mayores entelequias humanas: el tiempo. En efecto, el modo en que la sociedad de consumo, con su frenético ritmo de producción y obsolescencia, ha mercantilizado el tiempo en todas sus dimensiones es, quizás, uno de los problemas más acuciantes que la humanidad atraviesa en la actualidad. Nada, ni siquiera el deseo, ya parece escapar a los imperativos del consumo. Y sin embargo, tanto la patria como el tiempo son construcciones y convenciones sociales, son ficciones creadas por el hombre cuyo sinsentido hoy, en la era de la revolución digital, se percibe cada vez con mayor fuerza.

Otro constructo social (otra ficción), el lenguaje, forma parte sustancial de la obra de Camnitzer desde mediados de los años sesenta, esos mismos años en los que el ideario de la modernidad comenzó a resquebrajarse. La palabra, entonces, se constituye en su trabajo no solo como representación, sino como configuración del mundo: sus obras plantean descripciones de situaciones visuales para que estas sean activadas en la mente de quien las lee. En este sentido, resulta particularmente revelador el hecho de que Camnitzer prefiera referirse a su trabajo como arte contextual en lugar de arte conceptual, una práctica que apunta a activar la energía del contexto, apropiándose de él para que forme parte de la obra.

¿Cómo cuestionar aquello que aceptamos como absoluto? Una posible vía sería considerar el arte como un instrumento para el conocimiento, una herramienta pedagógica. En sus propias palabras: Frente a la usurpación hegemónica del arte que lo limita a ser una producción de mercancías, en la periferia es necesario que el arte sea utilizado como un agente de transformación (…). Esto es en sí una posición política, independiente del contenido narrativo”. 

Uno de los absolutos del arte que Camnitzer cuestiona (y del cual desconfía) es la belleza, esa categoría estética que durante siglos se erigió como el propósito último del arte. Jane Doe, el equivalente anglosajón de los N.N., es decir, personas cuya identidad se desconoce, es un retrato digital obtenido a través del montaje de imágenes extraídas de la web, cincuenta rostros de mujeres aparecidos en reportes policiales on line, mujeres que fueron abusadas, violentadas y asesinadas. Acompañado de una narrativa textual tomada también de archivos policiales, el resultado de la superposición de imágenes es un rostro de mujer de belleza cuasi angelical. Así, cada una de las singularidades de los rostros mutilados de estas mujeres se disuelve y desaparece en el magma combinatorio de las imágenes. La belleza se presenta como un promedio de la regularidad (de la mediocridad, incluso) que diluye la singularidad del sujeto sin generar ningún conocimiento nuevo. 

Si bien el arte y los artistas no logran intervenir en la efectiva redistribución del poder en el mundo, al menos vale la pena trabajar por la redistribución de la habilidad creativa, de modo que la creación no quede circunscripta a un pequeño segmento de la población que se autodenomina artista.  En este sentido, contra un capitalismo de la creatividad en el cual el arte como profesión especializada tiene por función primordial la producción de objetos para ser insertados en el mercado, Camnitzer aboga por un socialismo de la creatividad, en el que los artistas comparten con la sociedad las metodologías que desarrollan para la creación artística. No se trata de que todos los individuos se conviertan en artistas o realicen obras de arte, sino de que la creatividad, es decir, esa singular manera de pensar y administrar las emociones, sea accesible a todas y cada una de las personas.     

Hacia este propósito ético es que apunta la obra de Luis Camnitzer, un derrotero de incuestionable coherencia que sigue apostando a desacralizar la práctica del arte para resituar su finalidad fuera de la lógica de exhibir piezas en museos y más cerca de incentivar y democratizar el uso de la creatividad y la imaginación. 

Florencia Battiti
Curadora General PDM 

Luis Camnitzer (n.1937) es un artista y escritor Uruguayo de ascendencia Alemana, quien se mudó a Nueva York en 1964. Estuvo a la vanguardia del Conceptualismo en la década de los sesenta, trabajando principalmente en las técnicas de grabado, escultura, e instalación. El trabajo de Camnitzer explora temáticas de justicia social, represión, y crítica institucional. Su uso del lenguaje como medio artístico—humorístico, cortante y a menudo de tono político—ha distinguido su práctica por más de cuatro décadas. En 1964 fundó The New York Graphic Workshop junto a Liliana Porter, artista argentina, y el venezolano Guillermo Castillo (1941–1999). El colectivo trabajó conjuntamente durante seis años explorando el significado conceptual detrás de la técnica de grabado, buscando experimentar y ampliar su definición. A finales de los ‘60 y principios de los ‘70, Camnitzer desarrolló un cuerpo de trabajo que exploró el lenguaje como medio principal, alternando entre texto impreso sobre paredes y papel, como en la obra Diccionario y la instalación Living Room (ambos 1969). Mientras que su interés por el lenguaje se acentuaba, de igual forma su intención por identificar problemas sociopolíticos a través del arte tomo forma y presencia dentro de su obra en gran parte como respuesta a la creciente ola de regímenes militares tomando posesión de América Latina durante las décadas de los sesenta y ochenta. Durante la misma época su trabajo también tornó la mirada el panorama político de su país adoptivo Estado Unidos. Durante la década de los setenta y ochenta, Camnitzer unificó lenguaje y humor a través de sus cajas-objetos, obras en los cuales colocó artículos ordinarios protegidos por un armazón de madera y vidrio, acompañados de texto impreso sobre una placa de metal. Podría decirse que estas cajasobjectos anticiparon una de las obras más importantes de Camnitzer, Uruguayan Torture Series (1983–84). Esta serie de fotograbados personifica la habilidad de Camnitzer para cuestionar el rol social y político que desempeña un individuo dentro de una sociedad, asimismo examina el alcance de la psicología humana, asociando imágenes y texto para así crear un nuevo significado. Aunque Camnitzer hizo de Nueva York su residencia permanente, su obra permanece vinculada a su tierra natal, Uruguay, y en general con América Latina. Tanto su obra como escritos lo han posicionado como voz clave dentro de los debates sobre poscolonialismo, conceptualismo y pedagogía en el arte. 

El trabajo de Luis Camnitzer ha sido presentado en instituciones de primer nivel desde los años sesenta, incluyendo muestras individuales en El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago, Chile (2013);  El Museo del Barrio, Nueva York (1995); Museo Carrillo Gil, Ciudad de México (1993); y List Visual Arts Center en M.I.T., Cambridge, MA (1991). Retrospectivas de su trabajo han sido presentadas en Lehman College Art Gallery en el Bronx, Nueva York (1991); Kunsthalle Kiel, Alemania (2003); Daros Latinamerica Collection en Zúrich, Suiza, El Museo del Barrio, Nueva York; y Museo de Arte Moderno de Medellin, Bogotá, Colombia (2010–13). 

Ha sido ganador de la beca Guggenheim (Guggenheim Fellowships) en dos ocasiones, 1961 y 1962. Un reconocido crítico y curador, Camnitzer escribe frecuentemente para revistas de arte contemporáneo. Es autor de New Art of Cuba (University of Texas Press: 1994, 2003), Conceptualism in Latin American Art: Didactics of Liberation (University of Texas Press: 2007) y Didáctica de la liberación: Arte conceptualista latinoamericano (Fundación Gilberto Álzate Avedaío, IDARTES: 2012). Así mismo, ha impartido cátedras en la State University of New York, College at Old Westbury desde 1969, y continúa adoctrinando como profesor emérito

En los medios

Cinco piezas.
Por Laura Casanovas
Revista Ñ, 03/10/18

Conferencia ''Arte y Deshonra''

AQUI MISMO Y AHORA MISMO

HORACIO ZABALA

07.09.18 - 15.10.18 / Espacio Base de Datos

Curaduría: Florencia Battiti – Cecilia Nisembaum

IDA Y VUELTA POR DOS CINTAS NEGRAS

Dos anchas cintas negras a lo largo de un pasillo enlutan y también conducen

El luto -bajo diversas formas y colores- es un ritual tan antiguo como la comunidad humana misma. A propósito de él, los antropólogos hablan de una “crisis de la presencia” que sacude a la sociedad cuando uno o más de sus miembros mueren.  El luto es un signo que esa sociedad lleva, traslada, en su actuar cotidiano. Ese movimiento es la contrapartida complementaria de la inmovilidad de la tumba, el más arcaico signo de cultura sobre la superficie de la tierra. Luto y tumba son presencias vitales que conservan el lugar de una ausencia de vida. Cuando falta una -y entre nosotros faltan miles- el ritual queda amputado: la “crisis de la presencia” no se resuelve en la producción simbólica del duelo, y en el lugar de la tumba solo queda un agujero oscuro en la memoria. Las cintas negras, sin su otra cara, permanecen, sin embargo: como si dijéramos, flotando en el aire irrespirable.

Es entonces cuando las cintas mutan su significado. Podían haber sido simple señalamiento de la ausencia, o tachadura simbólica de la crisis de presencia. Ahora son fisuras, abismos delimitados, dentro de cuya negrura están todavía al acecho los fantasmas que deberían haber quedado encerrados para siempre en la tumba. Ellas, las cintas, ya no circulan libremente en las solapas de los deudos, sino que hacen circular una deuda que no cesamos de no poder pagar. Quitadas del aire y pintadas en una pared, hacen las veces de flechas que señalan en la dirección del origen de la crisis: el luto ya no es duelo, melancolía ni nostalgia, es análisis crítico en acto.

Las flechas negras, decíamos, ya no se limitan a flotar: conducen a otro lugar. El final del pasillo se abre a un espacio en el que aquel origen, lejos de apuntar a la fatalidad natural que le espera a cada cual, se revela como la violencia producida por el poder sobre el mundo. Zabala, desde luego, privilegia esta parte del mundo, la “nuestra” -que seguirá entre comillas mientras nos siga estando secuestrada-, aunque no hay por qué pensar en una restricción geográfica: toda buena cartografía dibuja tanto fronteras como líneas de pasaje. Las fracturas entre esos espacios potencialmente continuos, justamente -no hay más que mirar el ámbito a donde nos condujo el pasillo enlutado-, son agujeros abiertos por aquella violencia del poder.

En efecto: un hacha hiende, abre una herida; un rectángulo opaco tapa; una rasgadura, una quemadura, un recorte, también una cárcel -que es un recorte en el movimiento de los cuerpos- sacan de la vista. Heridas, tapaduras, supresiones, son ausentamientos violentos que replican, sobre el territorio cartografiado, la “crisis de la presencia” social que el poder provoca en su avidez de control. Lo eliminado por él, todo eso que no permite que la tumba se cierre y que el luto sea completo, va a incorporarse -ahora lo advertimos- a las fisuras negras de las cintas por las cuales nos deslizamos hacia el recinto. El camino de vuelta, la salida desde ese espacio, ha cargado a las cintas con otro sentido, con otro destino (la lengua castellana autoriza ese anagrama ominoso). Ya podemos ver mejor qué se agita dentro de las fisuras negras.

A sus producciones Horacio Zabala las llama “anteproyectos”. Él me disculpará, supongo, que juegue con esa palabra y hable de anti-proyectos. Es que, en ellos, la premeditación termina siempre cediendo lugar a lo imprevisto. La mejor prueba es que es, si no me equivoco, la tercera vez que el artista se ve envuelto en las cintas negras. Lamentablemente, eso es muy lógico: la historia sigue prodigando lutos inacabados. Cada uno tendrá que decidir a qué responde, en cada momento, la necesidad de la repetición (esa que, como decía Kierkegaard, siempre aparece como una novedad). Que se puede llamar, en efecto, “re-creación”, “re-visión”. Mientras ella siga siendo luctuosamente inevitable, al menos, y no es poco, existen quienes son capaces de transformarla en pasión crítica.

Eduardo Grüner 

Horacio Zabala nació en Buenos Aires en 1943. Recibió una licenciatura en arquitectura en 1973, aunque ya a mediados de los años 60 se dedicaba a las otras artes visuales, como lo sigue haciendo hasta nuestros días. Zabala ha continuado desde entonces produciendo un cuerpo de trabajo que es experimentalmente arriesgado y densamente teórico en sus reflexiones, y vinculado con el arte conceptual. Exiliado en 1976, Zabala vivió durante 22 años en Italia, Austria y Suiza. Zabala ha participado en innumerables muestras grupales (los Encuentros de Pamplona de 1972; los extremos de la tierra: el arte de la tierra en 1974, el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles en 2012; Monocromos [monocromos] en el Centro Cultural Recoleta en Buenos Aires, junto con Eduardo Costa y Marcelo Boullosa) y varias exposiciones individuales, como las que tuvo en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires en 1998, el Fondo Nacional de las Artes en 2002. Su muestra individual más reciente fue Reiteraciones en Henrique Faria Fine Arts en Nueva York en 2012. Actualmente está preparando una retrospectiva de sus trabajos en la Universidad Nacional del 3 de febrero (UNTREF), curada por Fernando Davis.

En los medios

Una poética de la insistencia y la intensidad
Por Laura Casanovas
Revista Ñ, 03/1/18

LA TEORÍA COMO ACCIÓN

OSCAR MASOTTA

09.11.18 - 24.02.2019 / Sala PAyS

Curadora invitada: Ana Longoni
– 

Resultado de años de investigación colectiva, esta exposición se centra en la trayectoria de Oscar Masotta (Buenos Aires, 1930- Barcelona, 1979), figura crucial en la modernización del campo cultural argentino entre los años cincuenta y setenta.

Este proyecto expositivo, organizado mediante diferentes núcleos temáticos, se propone recuperar su compleja trayectoria intelectual y artística, destacando su rol crucial como impulsor de la vanguardia argentina, a partir de su concepción del ejercicio teórico como un modo de acción política.

La muestra busca integrar las distintas constelaciones de lecturas y zonas de incidencia que articuló Masotta, en una exposición que reúne material documental de procedencia diversa, junto con obra artística del propio Masotta y de aquellos artistas sobre los que escribió: Roberto Jacoby, Eduardo Costa, Raúl Escari, Marta Minujín, Charlie Squirru, Dalila Puzzovio, Rubén Santantonín, Luis Wells y Alberto Greco. Asimismo, da cuenta de la vitalidad de su legado en el arte contemporáneo a partir de las producciones de Gonzalo Elvira, Dora García, Guillermina Mongan y el colectivo Un Faulduo.

Intelectual tan lúcido como voraz, sus múltiples y cambiantes intereses incluyen arte, literatura, historieta, política y psicoanálisis.  Entrecruzó paradigmas de pensamiento como el existencialismo, la fenomenología, el estructuralismo y la semiótica. Nociones como vanguardia, desmaterialización, discontinuidad y ambientación lo ayudaron a pensar las radicales transformaciones que acontecían en su tiempo. A contrapelo del clima antiintelectual que predominaba a fines de los sesenta, defendió la labor teórica como un modo específico de intervención política.

Exiliado en Barcelona desde 1975, Masotta se vinculó activamente a la escena contracultural, y propagó el estudio del psicoanálisis por el Estado español a través de cientos de grupos de estudio.

Nunca dejó de reclamarse marxista, pero lejos de cualquier ortodoxia intentó una aproximación al peronismo y a la cultura popular. Su labor como crítico literario y su rol como introductor de Jacques Lacan en el psicoanálisis de América Latina y España son conocidos, mientras sus intervenciones (no solo teóricas sino como impulsor y realizador) dentro de la vanguardia artística y el cómic empiezan a ser recuperadas recientemente. Teóricos, curadores y artistas contemporáneos hallan en él un semillero de ideas y experiencias que obligan a repensar los relatos sobre el arte de los sesenta y llevan a considerar sus incidencias actuales, sus anticipaciones y sus caminos truncos.

Esta exposición organizada por el Museo Universitario Arte Contemporáneo, MUAC, se expuso en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona y  continua su itinerancia en el Parque de la Memoria – Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado.

En los medios

Cómo medir la dimensión de Masotta
Por Julia Villaro
Revista Ñ, 10/11/18

Alrededor de la teoría como acción
Por Ana Longoni
Página 12, 13/11/18

La teoría como acción, la voz viva de Oscar Masotta a 40 años de su muerte
Por Daniel Gigena
La Nación, 13/01/19

LUCHA DE CALLES
Imágenes y Relatos a 50 años del Cordobazo

Exposición colectiva

22.03.19 - 09.06.19 / Sala PAyS

Curaduría: María Alejandra Gatti – Cecilia Nisembaum 

A 50 años de una de las revueltas populares más reivindicadas de nuestra historia, esta exposición problematiza este hecho histórico a través de las potencialidades semánticas que brindan los materiales de archivo y las posibilidades poéticas que habilita el arte contemporáneo.

¿Qué queda hoy de la potencia insurrecta de aquella revuelta que reunió a obrerxs, estudiantxs y vecinxs en un mismo reclamo? ¿Qué gestos y qué formas configuraron la rebelión ante el peso agobiante de la represión y el avasallamiento de los derechos? ¿Cómo narrar ese entramado sin perder de vista el sentido que agrega el paso del tiempo? 

Así, revisitamos un hito de la historia argentina reciente a través de la puesta en diálogo de diversos materiales documentales con obras de Fernando Allievi, Hugo Aveta, Marcelo Brodsky, Lucas Di Pascuale, Tomás Espina, Enrique Ježik, Julia Mensch y RES.

Atendiendo al rigor histórico y en un ejercicio colectivo, partimos de ciertos ejes que permiten diagramar relaciones e iluminar zonas que, de algún modo, reconfiguran aquel escenario a la vez que lo traen al presente, en una suerte de palimpsesto que aporta nuevas capas de sentido. Asimismo, esta exposición refuerza la decisión tomada por los Organismos de Derechos Humanos de iniciar la nómina del Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado en el año 1969, con los nombres de las víctimas del Cordobazo y los sucesivos levantamientos populares ocurridos en el resto del país.

El Cordobazo funciona en el imaginario político argentino como un ícono de las rebeliones populares. Los acontecimientos ocurridos el 29 y 30 de mayo fueron retratados infinidad de veces por reporterxs gráficos y camarógrafxs que también oficiaron de testigos. Tanto RES como Allievi se apropian de estas imágenes no ya para certificar la realidad de los hechos sino para inaugurar con esta acción nuevas lecturas desde nuestro presente.

Frente a las imágenes violentas de barricadas y autos quemados, la historia construye una épica casi mítica en torno a la singular confluencia de la organización obrera y estudiantil. Las obras de Aveta y Espina oscilan en esta dialéctica que se mueve entre lo violento y lo heroico. Por su parte, los trabajos de Brodsky y Di Pascuale funcionan como contrapunto entre lo colectivo y lo individual. Ambas propuestas, de distintas formas, aluden al contexto internacional y local atravesado por aquella utopía política.

Ningún acontecimiento histórico queda fijado en su origen, cada vez que se lo evoca es actualizado e inscripto en un nuevo contexto. En esta clave, las obras de Mensch y Ježik toman frases de diversas procedencias, recuperando sentidos que se actualizan por fuera de su contexto original.

Situarnos frente a la épica de una sublevación popular que permanece en la memoria como un hito de resistencia y participación colectiva permite repensar críticamente nuestro presente, formular preguntas y articular reclamos que quizás puedan tomar cuerpo y fortalecerse así como un nuevo acto político.

María Alejandra Gatti – Cecilia Nisembaum
Curadoras 

Un instante de victoria

Los manifestantes ocupan el centro de la calle. La policía montada avanza contra ellos, van a la carga. Los recibe una lluvia de piedras y otros proyectiles. Entonces frenan, dan la vuelta y se retiran. Volverán, pero ha quedado filmado un instante de victoria, un golpe a Goliat. Esos segundos, en un blanco y negro sin demasiada nitidez, se convirtieron en las imágenes canónicas del Cordobazo.

Y es que la gran pueblada que inició el 29 de mayo de 1969 suele recordarse como un triunfo popular. Una fecha que puede ser reivindicada por variados grupos: distintas corrientes de la izquierda, el peronismo, sectores del radicalismo, el “progresismo” alejado de los anteriores, los sindicatos, los grupos católicos que proponen una “opción por los pobres”, y más. La multitudinaria movilización contra la dictadura del general Onganía por parte de obreros, estudiantes y otros hombres y mujeres de la ciudad de Córdoba –transformada, después del fracaso de la primera represión, en una rebelión popular que controló efímeramente el espacio urbano– generó y genera muchas simpatías.

Al Cordobazo nos podemos acercar de distintas maneras. Si analizamos la coyuntura, lo vemos como el resultado de una oposición general al ajuste económico y al autoritarismo de la “Revolución Argentina” –instaurada mediante un golpe militar en junio de 1966– y de las circunstancias propias de Córdoba. Allí el movimiento obrero era fuerte, el movimiento estudiantil especialmente activo y se había celebrado un año antes el “Primer encuentro nacional de sacerdotes para el tercer mundo”. En 1969, el descontento de los trabajadores metalúrgicos, de industria automotriz, de Luz y Fuerza y del sindicato de transporte fue en aumento por cuestiones de cada sector, y también a causa de la política nacional, propició una huelga. La confluencia de tres dirigentes sindicales dio inicio al Cordobazo: Elpidio Torres, Atilio López (peronistas) y Agustín Tosco (afiliado en la izquierda).

Al ampliar la escala geográfica, notamos que entre 1968 y 1969 tuvieron lugar el “Mayo Francés”, las sentadas contra la guerra de Vietnam en EEUU, la “Primavera de Praga” en el bloque comunista y la matanza de Tlatelolco en México. También ocurrieron manifestaciones masivas en Montevideo, Río de Janeiro, Santiago de Chile, Bogotá, Londres, Madrid, Milán, Roma, Belgrado, Dakar, Melbourne, entre otras. De este modo, el Cordobazo integró una serie de importantes movimientos de protesta protagonizados por jóvenes y estudiantes, y en algunos casos también por trabajadores, que excedieron las fronteras. Y si lo que agrandamos es la escala temporal, los sucesos de Córdoba se ubican en una tradición de participación popular que desde el siglo XIX fue clave en la política argentina.

El Cordobazo tuvo consecuencias destacadas. Aunque el ejército recuperó el control de la ciudad y los principales líderes fueron encarcelados, el movimiento anunció el fracaso del proyecto de la dictadura para redefinir las reglas. Junto con otras puebladas, otros “azos” argentinos, marcó el rumbo de la resistencia popular y fue el punto de partida de una radicalización política y social de grandes proporciones.

Muy pronto se convirtió en un mito. Para quienes lo vivieron fue una referencia. Para quienes nacimos después, uno de esos momentos con aura, cuando la realidad se pone en cuestión, cuando la acción humana parece poderlo todo. Si bien no estuvo exento de tragedia –la muerte del obrero Máximo Mena por un disparo policial significó el primer mártir–, y tal vez a causa del vértigo de los hechos en los años siguientes, el Cordobazo quedó en cierta medida separado de la posterior lucha armada, de la espiral de violencia y del terrorismo de Estado. Quedó situado antes del miedo, antes de la masacre, y su estela resulta más sonriente en la memoria.

Medio siglo es mucho tiempo. Poco parece quedar en Córdoba de aquella Córdoba. Nuestra Argentina es sin dudas muy diferente a la de 1969. Este año habrá muchas conmemoraciones y de seguro esos contrastes se verán remarcados. Pero el Cordobazo no es solo un momento del pasado. Es un mito que sigue, y seguirá estando ahí, como esperanza.

Gabriel Di Meglio

Artistas

Fernando Allievi
Hugo Aveta
Marcelo Brodsky
Lucas Di Pascuale
Tomás Espina
Enrique Ježik
Julia Mensch
RES

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